tag:blogger.com,1999:blog-24078227412025600962024-03-08T10:34:53.787-05:00El escribano público. Un blog para el fin del mundo."Aquí unas reflexiones tan serias, que de creérmelas alguna vez, renuncio a lo que hago". Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.comBlogger23125tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-62691797975580863312020-06-02T18:00:00.000-05:002020-06-02T18:06:05.934-05:00Las memorias de la ficción<br /><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><br /></div><div><p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: center;"><br /></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: center;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 150%;"><o:p> </o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: right;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Por:
Gustavo Agudelo.<o:p></o:p></font></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: right;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: right;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">«Es
extraordinario; parecemos sitiados por un ejército invisible y por eso mismo
más eficaz».<o:p></o:p></font></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: right;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Evelio
Rosero. <o:p></o:p></font></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: right;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Los
ejércitos. <o:p></o:p></font></span></p>
<p align="right" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: right;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Bojayá, Chocó. 2002.<o:p></o:p></font></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><font size="4"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">Lo
primero que llamó la atención de Alfredo Pitayá fue ver que la guerrilla se
retiraba del casco urbano del municipio de Bojayá con las primeras luces del
día. Era el jueves 02 de mayo de 2002. La extrañeza de Pitayá no era infundada y,
a la postre, terminaría por convertirse en una advertencia, una anticipación.
La guerrilla, después de una incursión que terminó con la muerte de 21
policías, tres heridos y diez más secuestrados, se había instalado en el pueblo
desde el 25 de marzo. Ese día, afirma el periodista Armando Neira (2002) en un
reportaje publicado en la Revista Semana y que reconstruye los acontecimientos
que terminaron en «la peor masacre en la historia de la guerra en Colombia», </span><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">«los
guerrilleros fueron casa por casa y sacaron a ocho civiles, a quienes sin
previo juicio acusaron de auxiliar a los paramilitares y los fusilaron. Desde
esa fecha la guerrilla impuso su ley». El rompecabezas comenzó a tomar forma
cuando, a través del río Atrato, los habitantes del pueblo vieron arribar las pangas
con los paramilitares. La extrañeza se convertía ahora en miedo. Según la
investigación de Semana, los paramilitares </span><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">«pasaron sin contratiempos
“por los puestos de control militar y de Policía en Riosucio”» y afirma que la Diócesis
de Quibdó «hizo una alerta temprana sobre este hecho a la Defensoría del
Pueblo, que a su vez la pasó a los organismos del Estado». Al parecer, todo el
mundo estaba al tanto de lo ocurrido, pero nadie hizo nada. La investigación
periodística plantea que «las pangas partieron de Turbo, el mismo puerto donde
en el mes de diciembre entraron, procedentes de Nicaragua, 3.000 fusiles y seis
millones de cartuchos para los paramilitares caso que ahora está en
investigación». Bojayá pasaba de ser un pueblo ocupado por la guerrilla a uno
ocupado por los paramilitares y rodeado por la guerrilla. Una bomba de tiempo. El
infierno que vivió la población civil duró más de veintiocho horas y terminó
con un saldo de ciento diecisiete muertos que intentaron protegerse del fuego
cruzado en el interior de la iglesia que, siendo la única construcción de
material en el pueblo, era un refugio seguro contra las balas. En medio del
enfrentamiento que se filtraba a través de los muros y de los rostros
enmudecidos de los santos, los guerrilleros instalaron «un pequeño puente
colgante, ubicado a 80 metros de la iglesia, el artefacto para lanzar los
cilindros. Primero lanzaron uno, que explotó en una construcción adyacente a la
iglesia. Otro cayó detrás del hospital, a escasos metros». La noticia salió en
todos los medios. Horas después de ocurridos los hechos, el general Mario
Montoya, quien entonces fungía como comandante de la IV Brigada, con lágrimas
en los ojos, salió a través de los medios nacionales repudiando el ataque. En
la actualidad, el general Montoya está siendo investigado no sólo por la
masacre de Bojayá donde, según la Procuraduría General de la Nación (2003),
«cometió una falta grave al omitir el envío de tropas a Vigía del Fuerte y
Bellavista, municipios cercanos a Bojayá, para proteger a la población civil»,
sino por su responsabilidad en la «Operación Orión» y en las ejecuciones
extrajudiciales que fueron presentadas como bajas en combate y que se conocen
como «falsos positivos».<o:p></o:p></span></font></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">El Salado. Bolívar. 2000. <o:p></o:p></font></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Dos
años antes, un comando armado de paramilitares llegó hasta el pueblo de El
Salado, en el departamento de Bolívar y entre el 16 y el 21 de febrero
asesinaron a sesenta y seis personas ante el espanto y el terror de la
población que fue obligada a presenciar los hechos. Al igual que en Bojayá, las
señales de que algo funesto se cernía sobre el pueblo eran evidentes, pero
nadie hizo nada para evitarlo. Los habitantes del El Salado, hostigado hasta la
saciedad por guerrilleros (secuestros, extorsiones) fueron acusados por los
paramilitares de colaborar con la guerrilla. Un destino cambiado. La periodista
Marta Ruíz, en un reportaje publicado en Semana en 2008 y vuelto a publicar
hace unos pocos meses, escribe que «una hora después de que los paramilitares
abandonaron el pueblo llegó la Infantería de Marina. (…) Todo el mundo sabía
que estaban matando a la gente de El Salado. Menos las autoridades». Según los
relatos de los sobrevivientes, varios desertores de las Farc acompañaron a los
paramilitares y les iban señalando quiénes en el pueblo eran colaboradores de
la guerrilla. Ruiz afirma que «en total, unos 300 hombres, guiados por cinco
desertores. “Según entiendo, se habían entregado a la Infantería de Marina, y
de ahí se los entregaron a ‘Cadena’”, asegura ‘Dique’». «Juancho Dique» era
jefe de sicarios de los paramilitares en Sucre y, en su versión libre en el
marco de la Ley de Justicia y Paz, deja entrever no sólo el conocimiento sino
la participación de miembros de la fuerza púbica en los hechos de El Salado. Lo
anterior llevaría a que, en 2011, el presidente Juan Manuel Santos pidiera
perdón por lo ocurrido en un acto oficial llevado a cabo en el pueblo. <o:p></o:p></font></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Trujillo. Valle. 1986-1994. <o:p></o:p></font></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">De
la misma manera que ocurrió en los dos hechos anteriormente descritos, todas
las formas de la violencia convergieron en Trujillo, un municipio ubicado en el
noroccidente del departamento del Valle del Cauca. Las investigaciones llevadas
a cabo por la Comisión Nacional de Reparación y Conciliación, menciona que la
«masacre de Trujillo» «comprendió una secuencia de desapariciones forzadas,
torturas, homicidios selectivos, detenciones arbitrarias y masacres, de
carácter generalizado y sistemático, ocurridas en los municipios de Trujillo,
Riofrío y Bolívar entre 1986 y 1994. En estos hechos murieron, por lo menos,
245 personas». En un interesante artículo titulado «<span style="mso-bidi-font-weight: bold;">La masacre de Trujillo y los mecanismos del terror</span>» y publicado en
Semana en 2008, Vladimir Melo Moreno, quien es investigador de la Comisión
Nacional de Reparación y Conciliación, menciona que, una de las
«particularidades» de los hechos ocurridos en Trujillo fue el uso de la
«sevicia o crueldad extrema como mecanismo de terror. A la secuencia que se
estableció entre la desaparición forzada y el posterior homicidio, propia de la
guerra sucia, se sumaron la tortura y la mutilación de los cuerpos de las
víctimas». El miedo como un recurso de intimidación. La guerra no sólo acaba
con la vida de las personas, sino que socava los cimientos de las sociedades a
las que golpea. El desplazamiento forzoso, la disolución de cooperativas
campesinas que sirven de sustento a decenas de familias y constituyen un rasgo
importante de la economía de los pueblos por el temor a ser acusados de
«marxistas» o colaboradores de la guerrilla o sufrir extorsiones o «vacunas»
por guerrilleros o paramilitares; el miedo mina la condición humana e instaura
la sospecha en medio de una sociedad que es incapaz de confiar en el otro por
temor a la violencia. El miedo aísla, nunca congrega. Frente a lo anterior,
Melo Moreno menciona que «el terror provocó, en el largo plazo, una
desconfianza generalizada entre la población y de ésta con respecto a las
autoridades, ya que estas últimas son identificadas como agentes activos de los
crímenes y como garantes de su impunidad» y afirma que en Trujillo, «Trujillo
un alto porcentaje de las personas considera que los conflictos se resuelven
pasándolos por alto y olvidándolos». El miedo transmuta en temor a recordar. <o:p></o:p></font></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">La ficción. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los ejércitos, </i>Evelio Rosero. 2007.<o:p></o:p></font></span></b></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Todos
los horrores de la guerra, todas las formas de la violencia tienen lugar en San
José, ese pueblo remoto e incrustado en las montañas donde transcurre la
historia de<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> Los ejércitos</i> (2007) de
Evelio Rosero. Que no los engañe la descripción feliz del alboroto de las
guacamayas en casa de Geraldina y de Eusebio Almida, el brasilero. San José es
un pueblo sitiado por la guerra y es el miedo y la violencia que derivan de
ella sobre las que se construyen las relaciones de sus habitantes, la guerra es
el recuerdo común. Ismael Pasos, un profesor jubilado que invierte el tiempo en
cosechar las naranjas de su árbol, en espiar a Geraldina y en esquivar las
críticas de Otilia, su mujer, no tarda en recordarnos que la guerra acecha en
cualquier resquicio, incluyendo el de la memoria. La guerra es omnipresente. Así,
después del alboroto de los pajarracos y de la imagen de Geraldina tomando el
sol desnuda en la terraza, los ojos del narrador se posan sobre Gracielita y,
al tiempo que anticipa (p. 12) los «destellos rosados en las tostadas mejillas,
negros los crespos cabellos, igual que los ojos: en su pecho los dos frutos
breves y duros se erguían como a la búsqueda de más sol», nos informa de la
orfandad de la niña cuyos padres murieron en «el último ataque a nuestro pueblo
de no se sabe todavía qué ejército – si los paramilitares, si la guerrilla: un
cilindro de dinamita estalló en mitad de la iglesia, a la hora de la Elevación,
con medio pueblo dentro». Un cilindro explosivo en una iglesia. La descripción
de Ismael Pasos no sólo trae los ecos de la masacre de Bojayá, donde<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>«<span style="mso-bidi-font-weight: bold;">un cilindro
de gas cargado con dinamita lanzado por las Farc atravesó el cielo, rompió las
tejas de Eternit de la capilla San Pablo Apóstol de Bellavista y cayó en el
altar, junto a la imagen de Cristo</span>», sino que plantea que la guerra
tiene múltiples rostros que muchas veces no son posibles de distinguir porque
se confunden los unos con los otros. Ismael Pasos ignora qué ejército atacó al
pueblo, de la misma forma que Alfredo Pitayá, sobreviviente de Bojayá, «en la
distancia no los diferenció pues ambas partes se visten igual». La ambigüedad
de la guerra no hace más que reafirmar su carácter categórico. Sobre lo
anterior, Iván Vicente Padilla Chasing (2012, p. 123), escribe que, «los
habitantes de “San José”, nacidos en un prolongado conflicto, acostumbrados a
vivir en la zozobra y en la incertidumbre (simbólicamente los colombianos) han
acumulado, temporalmente, únicamente, recuerdos de la guerra». No importa su
procedencia ideológica puesta que la guerra es igual para todos los que la
sufren. Esa condición absoluta de la guerra puede entreverse cuando, de camino
a casa de Claudino Alfaro, Ismael Pasos siente cómo el terror lo paraliza al
percibir (p. 42) «que algo o alguien pisa y troncha las hojas, el chamizo. Me
paralizo. Trato de adivinar entre la mancha de los arbustos. El ruido se
acerca, ¿y si es un ataque?». Otra vez la ambigüedad, la incertidumbre. La
indeterminación no le quita a la guerra su carácter absoluto, de cobijarlo y
arrasarlo todo. No hay recuerdo que escape a la guerra, todas las sensaciones
le pertenece. Padilla Chasing (p. 123) menciona que «la guerra está siempre
presente en sus mentes, la perciben en cada cosa que los rodea, en todo acto de
sus coterráneos». ¿Qué tiene de especial San José? «Los cientos de hectáreas de
coca sembradas en los últimos años alrededor de San José, la «ubicación
estratégica» de nuestro pueblo, como nos definen los entendidos en el
periódico», afirma Ismael (p. 124), «han hecho de este territorio lo que
también los protagonistas del conflicto llaman «el corredor», dominio por el
que batallan con uñas y dientes, y que hace que aquí aflore la guerra hasta por
los propios poros de todos». Según el último informe del Sistema Integrado de
Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci) de la ONU, el norte del Departamento del
Cauca, (2019),<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>«–que comprende 13
municipios– <span style="mso-bidi-font-weight: bold;">no solo se
concentran los cultivos de hoja de coca y de marihuana tipo </span><span style="mso-bidi-font-style: italic;">creepy</span>», menciona el reporte, «sumado
al corredor natural que conforman la región del Naya y el cañón del Micay, que
permite llegar a la costa pacífica y de allí embarcar la droga hacia
Centroamérica». El caso de San José es el mismo de los pueblos del Cauca, Bojayá,
El Salado o Trujillo. La ficción como un pretexto para reflexionar sobre
nosotros mismos y nuestro presente. Que una de las tareas del novelista es el
cuestionamiento de la historia y la reflexión sobre la realidad a través de la
ficción es algo que salta a la vista en la novela de Rosero. De ahí la
extrañeza de Ismael frente a la periodista y el camarógrafo que llegan al
pueblo (p. 125) «por dispensa militar porque es sobrina del general Palacios» y
la que observa caminando «a través del infierno, la boca fruncida en el
tormento». San José ya no es el pueblo de la voz «placida y persistente» del
brasilero, ni de «la risa dulce de las guacamayas»; se ha convertido en una
sucursal del infierno: a partir de la página 81 Otilia no será más que un rumor
y todos los esfuerzos de Ismael por encontrarla se reducen a los comentarios de
otros que la han visto buscándolo y preguntando por él; los horrores de la
guerra van a irrumpir de improviso en las conversaciones, con el padre Albornoz
sobre el padre Ortiz (p. 91) «al que mataron, luego de torturarlo, los
paramilitares: quemaron sus testículos, cercenaron sus orejas y después lo
fusilaron acusándolo de promulgar la teología de la liberación» (como al padre
Tiberio de Jesús Fernández Mafla, párroco de Trujillo o los habitantes de El
Salado); la realidad del país filtrándose por los resquicios de la narración de
una guerra que lo va arrasando todo, incluso la dignidad humana. Los habitantes
de San José se ven intimidados por las sospechas del capitán Berrío quien (p.
96) «pálido, descompuesto, abre su boca, pero sin ningún sonido, como si
tragara aire, así transcurren varios segundos, « Guerrilleros» grita de pronto,
abarcándonos con un gesto de mano, «ustedes son los guerrilleros», y sigue
subiendo a nosotros». Luego abrirá fuego contra la población civil. La locura
de «la cabra Berrío» es la locura de la guerra, pero también es la denuncia de
una realidad dolorosa: las ejecuciones extrajudiciales. Como menciona Ariel
Ávila en una columna publicada en mayo de 2019 en El País de España, «en
Colombia, la historia de las ejecuciones extrajudiciales es larga, se cree que
pueden ser más de 8.000 colombianos, aunque el periodo violento se dio en las
dos administraciones del Álvaro Uribe» y, como para que las proporciones de lo
ocurrido no se pierdan de vista, agrega que « durante la dictadura de Pinochet
se asesinaron y desaparecieron forzadamente a cerca de 3.200 personas, eso en
un periodo de 17 años. En cambio, en Colombia, en 8 años, bajo una supuesta
democracia, se asesinaron alrededor de 4.000 civiles». La ficción como
reflexión crítica de la realidad. <o:p></o:p></font></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Un
asunto más a considerar. Todas las relaciones, al menos las contenidas en la
narración de Ismael Pasos, están cifradas por la guerra. Conoce, en San
Vicente, un pueblo a seis horas de San José, a Otilia justo después de un
ataque sicarial que lo obligó a pensar (p. 22) «que me iba a disparar hasta
agotar las balas. Y fue cuando descubrí: el asesino no era un hombre joven;
debía ser un niño de once o doce años. Era un niño». Las circunstancias que
rodean el encuentro con Otilia son claves porque permiten establecer una
relación entre la muerte y el erotismo. El descubrimiento del cuerpo de Otilia
y de la «implacable redondez de las nalgas tratando de reventar por entre la
falda arremangada»; La visión del cuerpo desnudo de Geraldina en la terraza o
en el café de Chepe al distinguir (p. 35) «en lo más hondo de Geraldina, el
pequeño triangulo abultado». Muchas de las descripciones eróticas surgen en
circunstancias adversas y, más que un contrapunto, como plantea el profesor
César Valencia Solanilla (2007), el erotismo surge como una abstracción, una
fuga de la realidad. Carlos-Gerán van der Linde (2017) escribe que<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>«a pesar de que la violencia no es
representada como fuente de placer en la novela, resulta sugerente que la
mayoría de las experiencias eróticas del profesor Pasos están asociadas con
episodios de dolor, muerte, violencia y guerra». En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La llama doble </i>(1995, p. 161), uno de los ensayos más reconocidos
de Octavio Paz, se plantea que «la muerte es inseparable del placer, Thanatos
es la sombra de Eros. La sexualidad es la respuesta a la muerte. (…) Desviado
de la reproducción, el erotismo crea un dominio aparte regido por una deidad
doble: el placer que es muerte». En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los
ejércitos </i>el erotismo deriva en resistencia; la vida, entendida como
impulso y vitalidad, que se impone a la muerte. El erotismo se convierte en una
abstracción, una forma de hacer más llevadera una realidad implacable. El
erotismo le permitirá a Ismael soportar la realidad hasta que la misma termine
por romperse y el profesor Pasos ya no sea capaz de recordar a Geraldina,
convertido en un espectro, una presencia que se impone ante el desconcierto de
quienes lo ven y preguntan, « ¿a usted no lo mataron mientras dormía? Claro que
no, pude decir cuando me repuse de la pregunta. Y traté de reír: ¿No ves que
estoy contigo? Y, sin embargo, nos quedamos mirando unos segundos, como si no
nos creyéramos» San José no es más que un infierno y novelas como <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los ejércitos</i> nos recuerdan que, en
ocasiones, la ficción es la memoria de la realidad. <o:p></o:p></font></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Mayo-junio.
2020.<o:p></o:p></font></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: center;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">BIBLIOGRAFÍA<o:p></o:p></font></span></b></p>
<p align="center" class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: center;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="line-height: 150%; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">1.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></b><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">Gómez Gutiérrez, Felipe &
Saldarriaga, María del Carmen (Edit). (2017). <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Evelio Rosero y los ciclos de la creación literaria. </i>Universidad
Javeriana. Bogotá, Colombia. <o:p></o:p></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: 150%; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">2.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></b><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">Padilla Chasing, Iván Vicente. (2012). <i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="mso-bidi-font-weight: bold;">Los
ejércitos: novela del miedo, la incertidumbre y la desesperanza.</span></i><span style="mso-bidi-font-weight: bold;"> Literatura: teoría, historia, crítica · Vol.
14. Bogotá, Colombia.</span><o:p></o:p></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: 150%; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">3.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></b><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">Paz, Octavio. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La llama doble. Amor y erotismo.</i> (1995).
Seix Barral. Barcelona, España. </span><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: 150%; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">4.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></b><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">Rosero,
Evelio. (2007). <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los ejércitos. </i>Tusquets.
Bogotá, Colombia. </span><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpLast" style="line-height: 150%; mso-list: l0 level1 lfo1; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">5.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span></i></b><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">Valencia
Solanilla, César. (2007). <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Contrapunto y
expresividad en Los ejércitos de Evelio Rosero. </i>Universidad Tecnológica de
Pereira. Pereira, Colombia. <b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><o:p></o:p></i></b></span></font></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><font size="4">Referencias
electrónicas. <o:p></o:p></font></span></i></b></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpFirst" style="line-height: 150%; margin-left: 39.3pt; mso-add-space: auto; mso-list: l1 level1 lfo2; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><span class="MsoHyperlink"><span style="color: windowtext; font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%; text-decoration: none;"><span style="mso-list: Ignore;">1.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span></span><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><a href="https://www.semana.com/on-line/articulo/la-masacre-de-trujillo-los-mecanismos-del-terror/95142-3">https://www.semana.com/on-line/articulo/la-masacre-de-trujillo-los-mecanismos-del-terror/95142-3</a></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: 150%; margin-left: 39.3pt; mso-add-space: auto; mso-list: l1 level1 lfo2; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><span class="MsoHyperlink"><span style="color: windowtext; font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%; text-decoration: none;"><span style="mso-list: Ignore;">2.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span></span><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><a href="https://www.semana.com/nacion/articulo/masacre-de-el-salado-como-la-planearon-y-ejecutaron-los-paramilitares/557580">https://www.semana.com/nacion/articulo/masacre-de-el-salado-como-la-planearon-y-ejecutaron-los-paramilitares/557580</a></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: 150%; margin-left: 39.3pt; mso-add-space: auto; mso-list: l1 level1 lfo2; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><span class="MsoHyperlink"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%; text-decoration: none;"><span style="mso-list: Ignore;">3.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;">
</span></span></span></span><!--[endif]--><a href="https://www.semana.com/nacion/articulo/como-fue-la-tragedia-de-bojaya/50635"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">https://www.semana.com/nacion/articulo/como-fue-la-tragedia-de-bojaya/50635</span></a><span class="MsoHyperlink"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpMiddle" style="line-height: 150%; margin-left: 39.3pt; mso-add-space: auto; mso-list: l1 level1 lfo2; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">4.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><a href="https://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/narcotrafico-y-disidencias-las-razones-tras-la-violencia-en-cauca-429664">https://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/narcotrafico-y-disidencias-las-razones-tras-la-violencia-en-cauca-429664</a></span></font></p>
<p class="MsoListParagraphCxSpLast" style="line-height: 150%; margin-left: 39.3pt; mso-add-space: auto; mso-list: l1 level1 lfo2; text-align: justify; text-indent: -18.0pt;"><!--[if !supportLists]--><font size="4"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><span style="mso-list: Ignore;">5.<span style="font-family: "Times New Roman"; font-stretch: normal; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; line-height: normal;"> </span></span></span><!--[endif]--><a href="https://elpais.com/internacional/2019/05/28/colombia/1559060232_419756.html"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;">https://elpais.com/internacional/2019/05/28/colombia/1559060232_419756.html</span></a><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p></o:p></span></font></p>
<p class="MsoNormal" style="line-height: 150%; text-align: justify;"><span style="font-family: Arial, sans-serif; line-height: 150%;"><o:p><font size="4"> </font></o:p></span></p><br /></div>Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-72593513956969681172017-03-03T21:19:00.000-05:002017-03-03T22:13:40.411-05:00Manual de incendios para estudiantes aburridos. (Con música de Pink Floyd).<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Por: Gustavo Agudelo.</span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No recuerdo cuántos botes de
basura había pero sí que eran muchos. Estaban distribuidos de forma estratégica
a lo largo de los pasillos y en las intersecciones que llevaban a otros salones
y a otros pasillos. Un bote cada dos o tres salones. La verdad no eran botes
sino gigantescas canecas oxidadas que hacían las veces de basureros. De vez en
cuando los botes ardían y el fuego bailaba en los ojos de una multitud de
estudiantes que disfrutaban lo que pasaba y una serie de profesores que no
entendían lo que estaba sucediendo. Los veía de lejos, con las manos en los
bolsillos, desconcertado. “<i>We don't need
no education”</i>. No sabía muy bien por qué algo tan simple como el fuego en
una caneca de basura lograba despertar tanto alboroto. Quizá por eso los hacía
arder. Sí, arder ¿Que cómo lo hacía? Cuando eres un estudiante destacado adquieres
ciertos privilegios que te hacen la vida más sencilla y que van desde ser
exonerado de un examen particularmente difícil a no ser tenido por sospechoso
en ningún incidente porque gozas de inmunidad, sí, como los diplomáticos en las
películas de acción. Voy a decirlo una vez más por si no ha quedado claro: era
yo, Gustavo Agudelo, quien le prendía fuego a los recipientes de basura en todo
el colegio. Es mejor atribuirse algo a permitir que otros se vuelvan populares
con ideas y acciones que no les pertenecen. Si vieron The Social Network (la
película de Facebook) sabrán de qué les hablo. “<i>We dont need no thought control”.<o:p></o:p></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><i><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lo que hacía era simple:
buscaba a determinado profesor en el descanso (sociales, ética, religión, nunca
matemáticas) y pedía permiso para ausentarme durante la hora de clase alegando
alguna actividad académica. –No hay problema Agudelo- decían. Simple, sin
preguntas ni sospechas. “<i>No dark sarcasm
in the classroom”.</i> Un dato más: lo hacía cuando estaba seguro de que otros
estudiantes estaban por fuera de clase, ya fuera en actividades de campo,
educación física o ausencia de profesor. No iba a incendiar botes cuando sabía
que era el único estudiante por fuera de clase. Todo lo llevaba en el maletín y
lo desechaba el mismo día; nada de andar con las pruebas encima. No necesitaba
mucho: un tarro plástico con una mezcla de petróleo, alcohol y gasolina, papel
y fósforos. No prendía todos los botes porque aquello, fuera de absurdo, podría
dejarme al descubierto. Escogía botes apartados unos de otros (a veces dos,
máximo tres) y en el último dejaba que el fuego desapareciera las pruebas. Nada
complicado: rociaba el interior de la caneca con un poco de lo que fuera que
llevara conmigo, prendía una hoja de cuaderno y la arrojaba en el interior, dando la espalda justo cuando la
llama comenzaba a ascender. Ignoro qué más había en los recipientes fuera de
envolturas de dulces, papel y plástico pero el humo que salía de su interior
era invariablemente de color oscuro, denso. Las alarmas no se prendían sino
hasta que el humo deambulaba lo suficiente por el pasillo y comenzaba a
filtrarse hacia los salones de clase, lo que me daba el tiempo suficiente de ir
de un lugar a otro sin ser detectado. “<i>All
in all it's just another brick in the Wall”.<o:p></o:p></i></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><i><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></i></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Una mañana en la que el
rector decidió reunir a la totalidad de los estudiantes para compartir una
información importante, uno de los botes explotó. Todo parecía ir normal hasta
que comenzó a arder mucho más rápido de lo acostumbrado y una inmensa llama
surgió de su interior, sin previo aviso. No sé por qué (nunca había ocurrido)
ni mucho menos qué había en su interior para que hiciera explosión pero lo
cierto es que el estallido desprendió la puerta de uno de los salones y dejó
marcas en una pared y en mi antebrazo izquierdo, cerca de la mano. Caí
aturdido y lo siguiente que vi fueron las nubes salpicando un cielo de un azul
perfecto y una masa informe y humeante que cubría todo alrededor. Todo pasó muy
rápido. Intenté ponerme de pie en dos ocasiones y luego salí dando tumbos. Me vi
obligado a correr cuando escuché el alboroto de la multitud en las cercanías y
a salir del colegio saltando el muro detrás de la biblioteca. No logré caer de
pie y tardé mucho más en ponerme de pie porque un estremecimiento recorría todo
mi cuerpo y no lo podía controlar. Temblaba. Recostado al muro, esperé un
momento y luego enfilé mis pasos hacia la puerta, con el corazón a punto de
salirse de mi pecho y con un ardor insoportable producto de la quemadura; como
cualquier estudiante que llega al colegio con algo de retraso. “<i>All in all you're just another brick in the
wall". </i>A nadie sorprendió que llegara tarde porque era una costumbre
adquirida desde sexto de bachillerato y la excusa de que no vivía en la ciudad
era más que suficiente. Posada, Chávez, Orozco y Marmolejo fueron los que
explicaron lo ocurrido. El rector hablaba de su nombramiento como nuevo
secretario de educación cuando una explosión los sacó a todos del aburrimiento.
Marmolejo aseguró que vio cómo un bote de basura se elevaba por encima de los
tejados, como el inodoro en Lethal Weapon; Orozco dijo que el bote en lugar de
elevarse había rebotado contra la pared y luego contra la puerta (cumpliendo no
sé qué ley de la física de la que había hablado el profesor Orlando Abril en la última clase) y Chávez, menos elocuente
y más pragmático, que el ruido no era otra cosa que el golpe del tarro contra
la puerta, que todos eran unos exagerados. Posada no habló y no hacía más que
intentar tomarme del brazo izquierdo del que no apartaba la mirada. –Esto es
suyo- me dijo una vez que estuvimos solos, extendiéndome un cuaderno con
determinación, -Lo encontré al lado de la puerta, hay que volverlo a pasar,
está manchado y huele a petróleo-. Lo que tenía en sus manos no era otra cosa
que mi cuaderno de matemáticas. No dijo nada más y todavía hoy, quince años
después de lo ocurrido, me mira con la misma mezcla de escepticismo y
camaradería cuando me lo encuentro en la calle. “<i>Teachers leave them kids alone”. </i>Ambos teníamos quince años. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La única justificación, si
es que se puede justificar algo así, que tengo para tales acciones es el
aburrimiento. No recuerdo un lugar que me aburriera más que el colegio porque
no pasaba nada más allá de lo que tenía que pasar. Íbamos a hacer lo mismo
todos los días y no se parecía en nada
al mundo que veía pasar en las noticias o en el video de Pink Floyd. Sí, estaba
obsesionado con el video de Another Brick in the Wall en el que un grupo de
estudiantes deciden hacer justicia por su cuenta ante los abusos del profesor y
terminan por destrozar el salón de clases y de paso todo el colegio y soñaba
con el día en que algo así ocurriera en mi vida de estudiante. Era eso o terminar
todos en fila con el mismo rostro y a punto de ser convertidos en salchichas.” <i>Hey! Teachers! Leave those kids alone”. </i>Y
ya que estamos en estas, confieso que no me gusta Pink Floyd pero la canción y
el video son de lo mejor que tiene la historia del rock. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Me hice profesor, no
volví a quemar nada en toda mi vida pero de vez en cuando camino por los
pasillos del colegio con la esperanza de ver algún bote arder. Me da miedo el solo hecho de pensar en mis estudiantes viendo el video de Pink Floyd. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Marzo 2017.</span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-32997154440817027832015-04-09T22:00:00.000-05:002015-04-09T22:00:43.274-05:00La extraordinaria vida de Pascual Iturralde contada por sus amigos<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-size: large;"><br /></span>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">De Pascual Iturralde
se pueden decir muchas cosas, que medía 1.72, que era catalán y que llegó al
país huyendo de Franco y de la Guerra Civil. ¿Español? Bueno, la verdad no
sabría decirle pero sí, quizá en su forma de hablar había algo que siempre me
recordaba a los actores de esas películas porno que solo decían ¡Vamos, dale! U
¡Oh sí! Y que solía prestarles a sus amigos más cercanos. No es cierto que fuera
español y mucho menos catalán y él mismo me dijo que lo único que tenía de
catalán era un afiche de Joan Manuel Serrat que tenía pegado a la pared de su habitación
y que un día rompió en pedazos para armarse un buena docena de porros con los
que pasar el rato. Fumaba varias cajetillas al día y uno sabía que andaba cerca
porque el aire se llenaba de un olor a tronco quemado tan inconfundible que
todo el mundo decía: “Huele a Pascual”. Olía a cebollas rancias pasadas por
agua pero no era su culpa, ¿sabe? El pobre Pascual heredó ese olor al dormir
con su madre hasta los trece años en una habitación sin ventanas. Dicen que vio morir a su madre y
que se negó a llamar a un médico cuando la vieja todavía podía salvarse y prefirió
fumar marihuana a su lado hasta el amanecer. La ahogó con la almohada hasta que
su madre dejó de sacudir las piernas y luego le quitó los zapatos y se los
obsequio a una puta del centro de la que vivía enamorado. ¡Calumnias! No he
conocido a un hijo más abnegado y cariñoso con su progenitora como lo era
Pascual y siempre guardó un luto riguroso en su homenaje. Andaba en malos
pasos, muchos dicen que la muerte de su madre no fue natural sino un horrendo
homicidio que le permitió ser aceptado en una de esas sectas satánicas que
comenzaron a tomarse la ciudad en la década del ochenta. Nos alejamos de él
cuando, según cuenta el carnicero del barrio, prefirió consumir la carne cruda
y hablar en una lengua extraña, como si estuviera poseído. Hablaba en catalán
como una forma de sentirse cerca de su pueblo, de su gente e incluso quiso
enseñarnos pero ninguno aprendió, ya ve usted lo brutos que somos aquí. No sé
quién sea el tal Pascual porque nunca les pregunto el nombre a mis clientes
pero le puedo asegurar que ninguno me ha regalado nada, ni siquiera los zapatos
de una muerta. ¿Catalán? Pff, por favor, ese cuento de la Guerra Civil lo sacó
de alguna novela de Hemingway o de Almudena Grandes que se robaba de las
bibliotecas y luego iba y las vendía en la librería judía del centro donde
aparecía dos veces por semana antes de irse para el pueblito donde vivía. ¿Usted
conoció a Pascual Iturralde? ¡Buen tipo, como pocos! Dios lo tengo en su santa
gloria y lo bendiga por todas las cosas buenas que hizo. Era un vago, un
maldito buscapleitos que le gustaba acostarse con mujeres ajenas, la mía o
bueno, la que era porque le supo a…bueno, el caso es que era un sinvergüenza que
debe estar sufriendo en el quinto círculo del infierno. Iturralde era marica,
sin duda, ¿nunca lo vio sentado en el parque pendiente del culo de los que pasábamos
todos los días por ahí? Tenía un amorío con el muchachito que trabajaba en la librería
del judío. Un día los encontraron sin ropa encima de un montón de libros y el judío
los sacó a los dos a patadas de ahí. ¿Marica, en serio? El que diga que a
Pascualito le gustaban los hombres no sabe las bellezas que me hacía en la cama
de mi ex marido cuando se iba a trabajar y si no cuento más es porque aquí hay
un montón de chismosos que solo saben hablar mal de la gente. ¡Bueno, bueno
sargento Pimienta, deje tanta huevonada y ayúdeme a bajar a este tipo que no lo
vamos a dejar aquí colgado a la vista de todo el mundo! Y usted periodista, sí
usted, no se haga el pendejo, ¡muévase que aquí no hay nada que ver!</span><span style="font-family: 'Segoe Script', sans-serif; font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><span style="line-height: 18.3999996185303px;">Abril 09 de 2015</span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-45152881029604854842014-08-11T08:48:00.000-05:002014-08-13T10:43:19.626-05:00Diario de Isabella Saldarriaga<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<br />
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">"La mancha de la
locura se lleva en la sangre y no se puede quitar con un poquito de jabón suave
y un trapo de franela." <o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Margaret Atwood.<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">11 de abril<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Mamá ha</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"> venido a verme hoy.
No llamó antes de venir, simplemente apareció frente a la puerta después de un
largo pitazo del timbre, como a las once. Con el largo vestido rosa que le
regaló papá sacudido por el viento parecía un poco más joven de lo que era, como
una adolescente que se enfunda en los vestidos de su infancia para convencerse
de que todavía no ha pasado la niñez y que aún tiene derecho a corretear por
ahí, rayar las paredes y orinarse en la cama. La verdad es una tontería lo que
digo porque las adolescentes de ahora no llevan vestido largo ni mucho menos
quieren regresar a su infancia a la que ven como un viejo monstruo agazapado
tras las cortinas, débil, remoto, del que no quieren saber nada salvo que está
muerto, enterrado en la fosa común de los recuerdos. Pero volvamos a mamá y a
su vestido rosa que no es más que su empeño por convencernos de que el mundo
que recorre sigue siendo el suyo. No lo digo por criticar a mamá ni por
llevarle la contraria a nadie porque es evidente que mamá tocó el timbre,
estuvo parada frente a mi unos segundos antes de sentarse en una de las sillas
del comedor, dejar la canasta del pan (siempre trae pan) sobre la mesa, cruzar
los pies y clavarme una mirada de “Es el colmo que sea yo quien tenga que
venir” para luego hablarme de cosas de hace diez, quince, veinte años como si
fueran acontecimientos de un mundo novísimo y de los que podría enterarme con
sólo encender la radio o el televisor.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-Papa te ha mandado pan</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">-
dice –no lo dejes afuera porque se lo llevan las hormigas-</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">18 de abril<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">He habla</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">do con el abogado
Lombana. Me ha dicho que el banco está a punto de embargar la casa porque mamá
lleva meses de no cancelar la cuota de la hipoteca. Me sorprendo. No sabía que
la casa estaba hipotecada y mucho menos que mamá era la responsable de ello. Lo
supe porque fui al banco y aboné las cuotas atrasadas. Lombana es un buen tipo
pero un pésimo amante, torpe, cuarenta y tres años y no sabe qué hacer con su
cuerpo. Le pedí que fuera a ver a mamá pero me dijo que la última vez lo tildó
de comunista y lo sacó a empujones de la casa. Me reí.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">23 de mayo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El vestido ros</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">a de mamá está
completamente arruinado, deshecho en blanqueador desde hace días. Ha culpado a
Marina pero la verdad es que Marina hace años que no trabaja para nadie y vive
cómodamente con el dueño de una constructora a escasas calles de aquí. Le dije
a mamá que no se preocupara, que muy pronto el vestido volvería a ser el de
antes y que papá no tendría por qué enterarse. La verdad es que, de estar vivo,
no habría notado la ausencia del vestido mientras la mesa estuviera repleta de
pan. Encontré el dinero de la hipoteca bajo la cama a punto de ser devorado por
los insectos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"> 1</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">5 de agosto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lombana es u</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">n idiota. Le he
dicho que tengo dos meses de retraso y no hizo más que mirarme como uno de sus
clientes, dispuesto a dar la batalla así la guerra estuviera perdida de
antemano. –Un hijo es una bendición- ha dicho. No quiero tener hijos, no quiero
tener que cargarlo en mi vientre, alimentarlo, limpiarle la mugre y luego
sonreírle porque sí, porque así lo manda el espíritu materno. –Voy a tirarlo-
le dije. Usaré el dinero de la hipoteca para hacer algo al respecto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">19 de agosto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lombana </span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">se marchó de la
ciudad. Me lo dijo Cristina al encontrármela hoy en el supermercado. Tomó sus
cosas, su mujer, sus hijos y se marchó como una rata que huye del fuego. Me dejó
un teléfono por si necesito llamarlo para “seguir al tanto de la hipoteca y de
otros asuntos” pero no pienso hacerlo. Si hay algo que no soporto de los
hombres es su cobardía. Debo volver por mamá en unos días. Decidí dejarla donde
tía Estela después de que denunciara a las autoridades la desaparición de papá.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">21 de agosto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">He ido al baño en varias
ocasiones y he terminado por expulsar lo que llevaba</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"> en mi interior. Raúl me ha
dicho que debo ser más cuidadosa con los medicamentos sobre todo si hay
sospechas de embarazo. Mamá ha venido a quedarse conmigo, ha dicho –Estás
pálida niña- y me ha hecho una sopa. Venir hasta mi casa y cocinar son cosas
que aún no olvida y eso me reconforta. He llamado a Lombana varias veces pero
no responde.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">26 de agosto.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Raúl ha venido a verme. No
me siento bien. Llevo tres días expulsando una</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"> pasta rojiza de mal olor. Estoy
en la cama bajo los cuidados de Sofía (enfermera) y de las visitas ocasionales
de Raúl quien entre los pacientes del hospital y las citas particulares, saca
algún tiempo para verme. Apenas si puedo mantenerme en pie.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">12 de septiembre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Perder más de </span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">diez kilos no
era algo que estuviera en mis planes y ahora toda la ropa me queda holgada,
como si nunca me hubiera pertenecido. Lombana llamó hace un par de días, no
recuerdo qué le dije, a lo mejor lo insulté. Raúl me ha propuesto vivir con él
pero en lugar de aceptar, le he pedido que me recete más Haloperidol, ha
aceptado a regañadientes.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">27 de septiembre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Mamá viene. Mamá se va. Mamá
se enoja. Papá murió en un accidente, ¡no! p</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">apá está perdido pero no muerto.
Muerto no es lo mismo que perdido. Eso lo sabe todo el mundo. Los muertos no
vuelven, los perdidos sí. Lombana, Lombana, Lombana.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">16 de octubre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¡Lo he v</span></span><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">isto! Corretea</span></span><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">ndo</span></span><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"> a
través de los muebles, de la cocina, rayando las paredes y volviendo a
es</span></span><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">conderse en el baño. Es pequeño, de piel morena, es igual a Lombana aunque
hay algo en sus ojos, en su forma de andar que me recuerdan a papá. Pensé que
lo había arrojad</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">o al baño, que no lo volvería a ver, a sentir pero me he
equivocado. No sé cómo llamarlo, ni siquiera sé cómo hacerlo salir del baño.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">26 de octubre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Hoy ha venido Cristina y me
ha traído flores de un amarillo esplendido. No</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"> hablamos mucho y sólo nos
quedamos contemplando en silencio el desorden anárquico de Julio en la cocina,
en la sala, en el comedor. Cristina lo ha visto pero cuando se lo he preguntado
me ha dicho que debo recostarme, que no hay nadie en casa. Sé que lo dijo para
tranquilizarme, ha visto lo que Julio le ha hecho a las paredes y ha
considerado conveniente no comentarme nada al respecto.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">29 de octubre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Mamá ha muerto o</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"> eso fue lo
que dijo Raúl que ha estado todo el día en casa, con el cuerpo desnudo y
moviéndose a mis espaldas como un gusano sobre un árbol. Me hace cosquillas y
hasta siento que algo explota en mi interior. La verdad es que mamá no está
muerta, solo anda buscando a papá.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">06 de noviembre. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Julio se ha acercado </span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">por
primera vez. Lo vi salir del baño y dirigirse aquí. Le he dicho que no está
bien rayar las paredes y él me ha contado lo mucho que se divierte en el baño,
describiéndome los confines de un reino inhóspito del que no tenía idea pero al
que se puede llegar a través del grifo del lavamanos, ir y volver cuantas veces
quiera como una gota de rocío que va escurriéndose de a poco. Quiero
acompañarlo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">19 de noviembre.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La vida es un autobús </span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">destartalado, le he dicho a Julio. Quiere que lo acompañe y por eso he apurado
el frasquito de pastas que me trajo Raúl. Tengo un poco de sueño y las manos me
tiemblan, gotas de sudor resbalan por mis mejillas. Creo que ya soy una gota de
rocío</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><i>Aquí se interrumpe el
diario. </i><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Nota
aclaratoria<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El 25 de </span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">noviembre de 2006 Isabella
Saldarriaga murió de una falla cardíaca derivada de una sobredosis con
antipsicóticos en el Hospital Municipal. Su diario se publica como ejemplo para
mortales.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">10 y 11 de agosto de 2014.</span><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: small;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-627553267514442972014-03-07T10:29:00.000-05:002014-03-07T10:29:00.731-05:00Respetado y poco estimado político cercano a mi familia.<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Quiero ser claro con usted y decirle que, pese a sus propuestas, a los almuerzos familiares a los que tan amablemente me ha invitado y a los que cortésmente he dejado de asistir, a su “tranquila señora que ya estamos en eso” que tantas veces le he oído utilizar como respuesta monocorde a las peticiones de mamá o de mi hermana y a las consabidas situaciones familiares que nos han hecho coincidir en clínicas y habitaciones olorosas a medicina y a perros, pese a todo eso, tengo que decirle que no voy a votar por el candidato que usted patrocina.</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">No es nada personal, no se preocupe. Pocas cosas me tomo en serio en la vida como para que mi elección ciudadana dependa de una riña o de la estima que sienta por algo o por alguien. Después de todo hay cosas de usted que gustan, su biblioteca por ejemplo. No tanto porque los libros que están en esa pequeña sala en sí mismos constituyan toda la historia del Derecho y la política clásica y contemporánea como por el hecho indiscutible que pasaron de la librería al mueble sin tan siquiera ser abiertos, ojeados, leídos. Lo único que realmente espero de todo lo que ha prometido, (y eso no lo ha prometido) es que esos libros terminen algún día haciendo parte de mi biblioteca y allí, en medio de la literatura y la filosofía y un par de discos de The Beatles, hacerlos felices, es decir, leerlos. Los libros, querido político, son más humildes de lo que usted cree y, a diferencia de las personas, se contentan con algo tan simple como ser leídos.</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">No es que esté molesto porque no haya cumplido lo que prometió, nada de eso. No sé usted pero yo nunca lo he tomado en serio, ni siquiera cuando está bromeando. Tampoco es culpa suya, tranquilícese. Es solo que yo soy un tipo desencantado y frente a eso no hay nada que se pueda hacer. Desencantado, dije, que no es lo mismo que amargado y la diferencia entre una y otra bien la puede encontrar en esa joya de diccionario de la Real Academia que tiene al lado del libro del inmolado magistrado Alfonso Reyes Echandía y que tuve a bien ojear un par de veces.</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">El sábado cuando esté ofreciendo una cena en acción de gracias por el cumpleaños de mi tía, y a la que sin duda asistirán mi mamá y mi hermana como representantes de lo que quierenqueseayvaaser, yo estaré en casa sentado frente al computador, escrutando las propuestas de algunos candidatos que no son de su agrado y eligiendo por quién votar el domingo. No tiene por qué enojarse, mi ausencia no es un boicot familiar a su campaña sino un ejercicio que llevo haciendo desde el momento mismo en que adquirí la ciudadanía, hace ya muchos años. Romántico me dice usted, independiente diría yo.</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Le agradezco todas las invitaciones, las conversaciones que hemos tenido y me disculpo por las molestas e incómodas muestras de cariño que me prodiga mi tía cada vez que voy a visitarla y que tanto a usted como a mí, nos desconciertan. También lo disculpo por ese molesto comentario que le hace a mi tía cada vez que termina de conversar conmigo y que de solo traerlo a mi memoria me da un poco de vértigo: “Este muchacho es un encanto”, por Dios, ¡cómo se le ocurre a usted decir eso!</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Le reitero mi agradecimiento y la mala noticia de que mi voto irá para otro candidato. No es algo que me preocupe porque tampoco creo que le vaya a hacer falta. Tampoco le voy a desear suerte porque creo que no la necesita ya que, como dice el jingle de su campaña, ¡ustedes son triunfadores!</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Posdata</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lamento mucho la muerte de su perra. Imagino que estará en el cielo de los canes, persiguiendo gatos o estorbándole a todo el mundo, que realmente era lo único que sabía hacer. Mi más sentido pésame.</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">06-03-2014</span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">@GustavoAgudeloE</span><br />
<div>
<br /></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-26128563556848850262014-02-17T18:23:00.000-05:002014-02-17T18:23:17.181-05:00Librería Italia.<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">“Años
después, cuando Florentino Ariza tuvo recursos propios para publicar el libro,
le costó trabajo admitir la realidad de que ya las cartas de amor habían pasado
de moda.”<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El
amor en los tiempos del cólera.<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Gabriel
García Márquez.<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Presten
atención a los siguientes nombres: Sir John Harrington, Alexander Cummings y
Ben Stiller. Ténganlos en cuenta, tomen nota de ellos, memorícenlos o si
quieren, tecléenlos en Google o búsquelos en Wikipedia, así podrán hacerse con
una idea mucho más amplia de lo que viene a continuación. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¿Recuerdan
la escena de “Mi novia Polly” en la que Ben Stiller obstruye el baño en casa de
Jennifer Aniston? La escena es famosa, casi tan famosa como la escena de Lethal
Weapon en la que una bomba hace que un inodoro vuele por los aires, termine
sobre la tapa del motor de un vehículo y deje la integridad de Danny Glover y
Mel Gibson intacta solo de milagro. ¿La recuerdan? ¿No? ¡No importa! La memoria
es traicionera y para el caso cinematográfico Youtube es una herramienta
indispensable de la que siempre podemos echar mano. Menciono dichas escenas de
paso, no tanto porque sean importantes como por el hecho ineludible de que
están emparentadas con lo que quiero contar. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Una
tarde en la que compartía con algunos estudiantes de literatura de la
Universidad del Distrito, una intrépida jovencita tomó la palabra y con una expresión
que aun hoy me asalta en las noches de mal sueño, taladrándome la tranquilidad,
a modo de reflexión se preguntaba “cuándo dejaría de escribir ridículos y
predecibles libros sobre hormigas y me concentraría en una historia de amor que
volviera a congraciarme con la literatura”. Hubo un silencio incómodo. Cuando
intentaba tomar el micrófono para explicarle que los ridículos libros de
hormigas a los que se refería eran en realidad historias de amor, la
estudiante, ante la mirada atónita del público, tomó sus cosas y se marchó del
auditorio, dejando tras de sí una ola de murmullos y el eco de una puerta cerrada
con violencia. Frente a mí, en la primera fila, mi editor trataba de
tranquilizarme con una mueca que pretendía ser una sonrisa amable. Intenté no
hacer caso al incidente, hablar de un par de temas más (todos relacionados con
hormigas) y terminar la conferencia de la mejor manera. No hubo más preguntas,
ningún miembro del público quiso comentar algo más, el daño ya estaba hecho. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¡Una
historia de amor, por favor! Miré los ojos vidriosos del editor, su rostro
grasiento, sus ademanes de actor de cine venido a menos y por primera vez lo
encontré ridículo, molesto. Una semana antes, el mismo hombre que ahora intentaba animarme me decía que el manuscrito
de mi novela (una historia de amor) había sido rechazado por la editorial al encontrarlo
demasiado cursi y completamente ajeno a los entomológicos argumentos que tan
buenos resultados me habían dado en el mercado editorial. Lo anterior sin
mencionar que mi novela, titulada “La mujer de mi hermano”, le copiaba el
título a una de Jaime Bayly, escritor “muy querido por la editorial” y con el
cual no querían tener ningún tipo de inconveniente legal. No quise quedarme un
minuto más al lado de aquel ser diabólico, mal amante y de seguro, pésimo
lector. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Llegué
a casa derrotado. Tratando de recomponerme un poco de la situación, volví a
leer el manuscrito de la novela, ya no como escritor sino como el lector voraz
que quiere encontrar algún tipo de grieta con la que hacer venir abajo un
gigantesco muro de palabras. Como si no fuera yo quien leyera sino la mujer de
expresión severa que preguntaba cuándo ése escritor iba a congraciarse con la
literatura. La novela no era la gran cosa, la verdad. Parecía acercarse más a
los dramáticos novelones del canal cinco que a un verdadero trabajo literario y
el hecho de tenerla en mis manos y no reproduciéndose en la imprenta, en
realidad era un alivio. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¡Una
historia de amor! Fue entonces cuando tuve la revelación. ¡La historia aparecía
ante mí como si fuera un viejo rompecabezas cuya organización tuviera
memorizada! Unos metros más allá del estudio, los pies desnudos de mi mujer
asomaban a través de la puerta del baño, jugueteando en el aire. Lo recordé en
ese instante. Cuando comencé a tener algo de éxito con la escritura, Rebeca me
había hecho jurar que jamás intentaría contar la historia de cómo nos habíamos
enamorado, de cómo, haciendo triunfar mi valentía sobre mi timidez, la arrastré
del polvoriento estante de la librería Italia donde trabajaba como dependienta
hasta el Cinemático de la octava y de ahí, hacia uno de los bares del centro.
Llevaba meses declarándole mi amor en pequeñas notas que dejaba en el interior
de los libros, aguardando el momento preciso de decirle lo que realmente sentía
no en papelitos sino mirándola a los ojos. Lo que sucedió después de nuestro
encuentro en el bar (en el Cinemático no fui capaz de hablarle) fue la
confirmación de que aquellos notas fueron leídas, de que el sentimiento era
mutuo. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No
recuerdo mucho lo que pasó aquella noche, hace veinte años. Recuerdo que
desperté en una habitación extraña, cuando el calor del medio día hizo de la
cama un lugar intolerable. Me dolía la cabeza. Pese a mi desorientación inicial
no tuve que hacer muchos esfuerzos para reconocer que me encontraba en el
apartamento de Rebeca. Un enorme afiche de The Beatles, de una pared de
ladrillo asomaban sus rostros sonrientes uno encima de otro, aparecía para
informarme sobre mi actual localización. ¿Qué gracia tenían esos cuatro
individuos vestidos con esos ridículos trajes como si sus mamás estuvieran
vigilándolos de cerca? Busqué alguna nota de Rebeca, algún tipo de instrucción,
de mensaje, algo que no me hiciera sentir como un intruso, que me diera la
bienvenida pero salvo un par de lapiceros y unas viejas cartulinas, no encontré
nada. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Me
vestí de forma apresurada. No estaba bien que Rebeca volviera de la librería y
me encontrara todavía allí. Un vaso de agua fría me hizo el dolor de cabeza un
poco más llevadero pero me obligó a pasar por el baño antes de abandonar el
apartamento. Oriné sin prisa, dejando que el líquido tibio abandonara mi cuerpo
a voluntad, dejando pasar el tiempo como quien intenta recuperar episodios
extraviados en algún punto indeterminado de su cabeza. Bajé la manija. Arremolinada,
el agua amarillenta comenzó a descender en círculos concéntricos hasta que, en
lugar de seguir su camino hacia el interior de las oscuras tuberías de la
ciudad, ascendió de forma vertiginosa hasta el límite circular de la taza,
derramándose un poco. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¿Recuerdan
la escena de “Mi novia Polly” en la que Ben Stiller obstruye el baño en casa de
Jennifer Aniston? ¿La recuerdan? ¡Maldición! No sabía qué hacer. El libro que
había comprado en la librería, “Historia del inodoro” escrita por el
historiador francés Dominique Le Goff, y el que mencionaba a un tal Harrington
como precursor del mismo en la Inglaterra del siglo XVI y a Alexander Cummings
como responsable de patentarlo en la Francia del XVIII, no decía nada sobre
obstrucciones en su sistema de drenaje y qué hacer para resolverlas. ¿Qué podía
hacer? ¿Por qué ocurría aquello sí solo había orinado? ¿De cuándo aquí la
orina, un líquido igual que el agua, obstruía un baño? Traté de guardar la
calma y ahora que lo recuerdo y lo comparo, aquello fue mucho peor que la
pregunta pública de una muchachita cuestionando mi talento como narrador.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Recorrí
toda la casa en busca de una “bomba”. No, no estaba pensando en dinamitar el
inodoro y hacerlo volar por los aires como si fuera una recreación de Lethal
Weapon sino que confiaba encontrar en el apartamento de Rebeca el instrumento
que en Latinoamérica llamamos “bomba” y que no es otra cosa que un palo
rematado por un semi círculo de caucho que succiona y permite el libre flujo
del agua hacia el drenaje. Después de mucho ir y venir de un lado a otro del
apartamento, lo encontré, completamente sucio y rodeado de hormigas y
telarañas, debajo del lavadero. Las sombras de los viandantes se escurrían por
debajo del resquicio de la puerta, amenazando con materializarse en la silueta
de Rebeca en cualquier momento. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Introduje
la bomba en el interior del inodoro y, evitando que el agua se derramara, cual
esgrimista que apunta su florete hacia el enemigo confiado en dar un golpe
directo y no ser rechazado, empecé a empujar con fuerza la bomba hacia arriba y
hacia abajo. Con el paso de los minutos, la coloración del agua fue cambiando
de un pálido amarillo a un marrón oscuro. Dos veces bajé la perilla y dos veces
el agua volvió a ascender violentamente pero cargada con pedazos de una masa
maloliente y mal recortada que parecía estar en descomposición. Volví a
escudriñar bajo el lavadero cuando comprendí que, en lugar de que bajara, lo
único que iba a conseguir era que el líquido, o lo que fuera ahora esa mezcla
turbia, comenzara a derramarse. No sabía mucho de tuberías pero de lo que sí
estaba seguro era que, fuera lo que fuese, había algo en las entrañas del
inodoro que obstruía el paso del agua. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Estaba
a punto de desistir cuando encontré un par de guantes en el interior del
lavaplatos de la cocina. Las gotas de sudor perlaban mi frente, deslizándose a
través de mi rostro, empapándome la visión. Remangué mi camisa, me puse los
guantes y fui avanzando hacia el interior de aquella estrecha caverna hasta que
mis manos dieron con algo. Con el brazo completamente absorbido por el líquido
marrón lleno de partículas, hacía ingentes esfuerzos para que ninguna gota de
ese líquido espeso tocara mi rostro. No respiraba. Lo que había en el interior
del inodoro era de textura corrugada. Intenté sacarlo un par de veces pero
terminaba rasgándolo hasta que, haciéndole un poco de daño a mis dedos para
lograr el efecto rastrillo, logré girar la mano y empujarlo hacia afuera.
¡Eureka! La desobstrucción fue instantánea. Como atraída por una fuerza
invisible, el agua comenzó a descender en remolinos, llevándose las partículas
grandes y dejando solo manchas marrones a lado y lado de la taza. Volví los
ojos. Lo que tenía en la mano no era otra cosa que un gran octavo de cartulina
(muy similar a las que encontré sobre la mesa del comedor con los lapiceros)
completamente arrugada, como si fuera una pelota. ¿Por qué Rebeca había
cometido semejante descuido? ¿Qué hacía una pelota de grueso papel en el drenaje
del inodoro y no en el basurero? Tratando de no romperla, llevé la cartulina
con cuidado a su posición original. Allí, en una letra cuya tinta iba
corriéndose de a poco a causa del agua, estaba la carta de amor más hermosa que
cualquier persona haya leído jamás y en dos de los cinco largos párrafos que
tenía, aparecía mi nombre. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;">La
leí varias veces, con los pies recogidos, los guantes puesto</span><span style="line-height: 115%;">s y con la espalda
recostada a las pequeños cuadros de cerámica del baño. Olía mal y pequeñas
gotas marrones escurrían de sus esquinas pero ni el olor, ni la sensación de
ser sorprendido por Rebeca evitaron que de mis ojos asomaran un par de lágrimas
que fueron a estrellarse con el piso frío. Llevé la carta a mis labios y la
besé antes de doblarla y guardarla en uno de los bolsillos de mi pantalón.
Caminé hasta la librería Italia con la certeza de que olía bastante mal pero
con el corazón completamente fuera de sí. Llevaba los guantes puestos,
completamente húmedos y salpicados con pedazos marrones aquí y allá. Ocupada con
unos viejos libros (uno de ellos era otro ejemplar de segunda de “Historia del
inodoro” de Le Goff) Rebeca tardó un poco en percatarse de mi presencia, de lo
ridículo que me veía con los guantes puestos, la camisa remangada y el pantalón
sucio. La esperé en el mismo lugar donde escribía las notas pero ante su recibimiento
frío, decidí acercarme, trastabillando a través de los pasillos cargados de
libros y, antes de que sus labios lograran pronunciar algún tipo de palabra,
saqué la carta de mi bolsillo y la extendí sobre la mesa donde atendía,
pequeños hilillos oscuros adornaban las letras. La miró por un momento, me rozó
la mejilla con la punta de sus dedos y ahí, con las piernas convertidas en dos
débiles palmeras estremecidas por el viento, me hizo jurar que jamás le
contaría a nadie aquella historia. Lo juré y durante veinte años guarde
silencio hasta el día de hoy.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No
sé cómo reaccionará Rebeca cuando la novela comience a aparecer por entregas en
el diario local al que se suscribió una vez me comenzaron a publicar. Inocente,
sigue hendiendo el aire del baño con sus pies desnudos, ajena a lo que de a
poco va armándose en mi cabeza y fiel a su idea de que la intimidad no tiene
nada que ver con cerrar la puerta del baño cuando se hace uso del mismo. ¡Cómo
me gustaría encontrarme de nuevo con la muchachita malcriada e insolente de la
conferencia! ¡Cómo me gustaría decirle que los libros de hormigas no son otra
que una historia de amor! En la sala el teléfono repica con insistencia y lo
único que quiero hacer es gritarle al propietario de esa voz gangosa y
sexualmente insegura que a diario pregunta por mí, la decisión irrevocable de
cambiar de editor. </span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">16
y 17 de febrero de 2014 <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@GustavoAgudeloE</span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-38043248071141013942014-02-06T01:08:00.001-05:002014-02-06T10:22:06.906-05:00Historia de un error.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Poor Richard","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Aharoni; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Poor Richard","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Aharoni; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Poor Richard","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Aharoni; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Poor Richard","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Aharoni; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Poor Richard","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Aharoni; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">A Beatriz Eugenia Abad<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El
quién.<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La historia que quiero contar
comenzó con un error. Una equivocación cualquiera y no una de esas que obligan
a quienes la cometieron a huir por un callejón sucio, con el corazón a punto de
hacer saltar los botones de la camisa y con la sola idea de que cada paso los
aleje más del peligro y les permita salvar el pellejo. Errores definitivos, de
los que obligan a las personas a valorar un poco más la vida que les fue dada
en alquiler pero, aunque no fue nada de eso, sí tengo que decir que fue un
error dramático, capaz de quitarme el sueño durante varias noches y
aguijonearme la fe que tenía en mis propias palabras. Ya les he revelado el quién, ahora solo me queda contarles el
qué y el cómo. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El qué.<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Llegaba de un viaje de
cuarenta minutos en motocicleta y lo primero que se me ocurrió al encender el
computador fue burlarme de las pancartas políticas que había visto saliendo de
la ciudad e instaladas a lado y lado de la carretera durante todo el recorrido.
Quise escribir algo gracioso, algo así como que la conclusión que sacaba de las
pancartas políticas, su única cosa en común, era que todos los sujetos que
aparecían en ellas tenían cara de ladrones. Una broma simple, nada pretencioso
y sin ningún ánimo de generalizar o crear algún tipo de polémica. Con lo anterior
queda claro el tema del qué, sigamos con el cómo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El cómo.<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Con el párrafo escrito en la
cabeza, abrí mi cuenta de Facebook, lo escribí y ahí comenzaron los problemas. He
usado la palabra pancarta pero en ese momento utilicé otra muy diferente aunque
muy cercana en significado. Confieso que desde el principio tuve dudas, un presentimiento
de que algo de lo redactado no estaba escrito como debería pero no lo presté
atención. Con esa extraña sensación de vacío en el estomago y convencido que se
trataba de hambre y no de otra cosa, fui
a buscar algo de comer antes de darle clic al botón publicar. Los errores son
así, se camuflan en sensaciones y uno tiende a confundirlos con hambre, con
sexo pero nunca con lo que son. Comenzaba la catástrofe y ya no había vuelta
atrás. Donde la consciencia aconsejaba recurrir al diccionario para salir de dudas, pudo más la prepotencia
de creer que así estaba bien y que no hacía falta verificar. Lo publiqué,
apagué el computador y me dediqué a otras actividades. Veinticuatro horas más
tarde dicha prepotencia me habría de herir el orgullo y el amor propio de forma
tal, que todavía estoy recuperándome y creo que no lo voy a lograr.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Vergüenza
consonántica.<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Me senté de nuevo frente a la
máquina, teclee una combinación simple de números y letras y apareció, de color
rojo intenso, un número uno en la esquina superior derecha me anunciaba que
tenía una notificación. Alguna molesta invitación a jugar enviada por alguien
convencido de que comparto su entusiasmo por los mismos juegos, pensé, pero no.
Escrito con un finísimo humor negro y con un dejo de ironía que parecía saberle
a triunfo, una compañera de universidad se regodeaba del error, ¡error!, que
acababa de leer en mi página de Facebook. Donde el diccionario, de haberlo
usado, me habría aconsejado escribir “valla política” o incluso pancarta como
lo he escrito aquí, yo escribía “balla política” y mi amiga se preguntaba, “con
magnífica ironía” diría Borges, si
estaba hablando de bayas o de valla y todo antecedido por un “vaya, vaya, qué
sorpresa”. En ese momento comprendí a Maradona cuando, siendo técnico de la Selección Argentina, dijo
sentir una estocada en el corazón con cada uno de los seis goles que le
propinaron los bolivianos en la altura de La Paz. Me sentí desorientado y,
desde luego, molesto conmigo mismo. Con el rostro descompuesto por la vergüenza,
borré la publicación antes de que a alguien más se le ocurriera comentar o atreverse con un “Me gusta” que a esas
alturas sería la estocada final para cerrar con broche de oro mi brillante y
triste incursión en la arena de las bromas políticas.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Epílogo
pesadillesco<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No dormí durante varias noches
y cuando lograba hacerlo, despertaba sobresaltado, con la ropa empapada en sudor,
como si el hecho de que todas las consonantes me persiguieran enfurecidas y
provistas de antorchas no fuera una pesadilla y en realidad acabara de ocurrir,
como el tipo del callejón del que mencionaba al principio. También dejé de escribir
por unos días y me dediqué leer cuanto
cayera en mis manos hasta que por fin, una noche, las consonantes dejaron de
perseguirme como a un hereje por la Inquisición para conversar conmigo, con la
B gastando chistes pendejos sobre astronautas, la Z contando historias del
siglo XIX y la H asintiendo, como si fuera sorda y no pudiera hablar, algo
normal, el mismo sueño de todas las noches. He dicho siempre que uno termina
pareciéndose a los libros que lee pero en este siglo tan de todos y de ninguno,
todos terminamos pareciéndonos a lo que publicamos en las redes sociales. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ya les he dicho el cómo pero
vaya uno a saber lo que ustedes están pensando.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">5 y 6 de febrero de 2014<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="background-color: white; background-position: initial initial; background-repeat: initial initial; color: #444444; line-height: 115%;">@</span>GustavoAgudeloE</span><span style="font-family: "Poor Richard","serif"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Aharoni; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><o:p></o:p></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-72894636218194890522014-01-25T09:22:00.000-05:002014-02-06T08:19:18.868-05:00El sindicato de las cucarachas.<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Kristen ITC"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: "Arial Unicode MS"; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Kristen ITC"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: "Arial Unicode MS"; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">De todos los insectos, no hay ninguno
que deteste más que una cucaracha. No quiero alamar a nadie pero el día menos
pensado, la humanidad será sometida irremediablemente por un devastador
ejército de cucarachas que nos gobernarán hasta el final de los tiempos. No, no
bromeo y mucho menos pretendo tomarles el pelo porque a decir verdad, nada
puede ser gracioso si la palabra cucaracha hace parte de la oración. Alguna vez
pensé que serían las hormigas quienes heredarían la tierra y nos someterían a
una dictadura cruel pero me equivocaba. Llegué a ese descubrimiento hace poco.
Iba camino al trabajo cuando, al percatarme de un inusual movimiento bajo un
viejo y derruido banco de cemento, un grupo de hormigas trataban de ponerle fin
a la vida de una intrépida cucaracha que, patas arriba, luchaba por librarse de
lo que parecía una dolorosa tortura. Traté de acercarme un poco. Lo suficiente
como para apreciar con claridad la escena pero no demasiado como para despertar
las sospechas de quienes a esa hora disfrutaban de la sombra que ofrecían los
árboles del parque. Sé de la ferocidad e incluso voracidad de las hormigas,
quienes hayan leído alguna vez a García Márquez, Cortázar o Italo Calvino
sabrán de lo que estoy hablando, pero aquel espectáculo era simplemente
ridículo; completamente desproporcionado. ¿Por qué tanta alevosía en su ataque?
¿Por qué tanta premeditación? ¿A qué se debía todo esto? Entonces lo comprendí.
La verdad aparecía ante mis ojos de forma tan diáfana que parecía increíble que
no me hubiera percatado de la misma sino hasta ese momento. Me alejé del parque
y continué el recorrido, casi sintiendo pena por aquellas personas que a esa
hora vivían su vida sin ningún tipo de preocupación, ignorando el oscuro y
fatal destino que de a poco iba cerniéndose a su alrededor.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Hormigas y cucarachas han convivido con
el hombre durante más tiempo de lo que cualquiera se pueda imaginar. Pero a diferencia
de las cucarachas, que viven en las sombras, prefiriendo una suerte de exilio y
manteniéndose ocultas y al margen de todo contacto espontáneo, las hormigas han
decidido tratarnos como iguales, viviendo entre nosotros como lo haría
cualquier vecino, sin temerle a los usos sociales y transitando a la luz del
día. Tanto llevan conviviendo con nosotros que al final, nadie sabe si fuimos
nosotros quienes aprendimos de ellas o fueron ellas quienes pusieron en
práctica nuestras costumbres, humanizándose. Lo que vi esa tarde no era nada
distinto a lo que hacemos los humanos cuando nos sentimos vulnerables o cuando
estamos frente a algo que no conocemos y por tanto, tememos. Había en el actuar
descarnado de esas hormigas algo de miedo, de temor, una inseguridad que les
llevaba a aprovechase de la mala fortuna de la cucaracha para torturarla, como
opositor interrogado por una dictadura militar. Que las hormigas hubieran
actuado con tal malignidad no puede significar nada distinto a que la batalla
por dominar a la humanidad y que por años han librado este par de insectos sin
que nos percatemos siquiera, comienza a ponerse del lado de los Blatodeos.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"> <o:p></o:p>Estamos a merced de las cucarachas
amigos míos. Indefensos ante una especie que lleva años espiándonos, infiltrada
en los marcos de nuestras puertas, en el cielo raso, caminando en las noches
calurosas sobre las cerdas de los cepillos de dientes, moviendo sus antenas a
través de la textura de las toallas con las que nos secamos a diario e incluso,
viviendo plácidamente en los armarios, en los bolsillos de nuestros vestidos y
pantalones favoritos. Lo anterior no es otra cosa que organización. Las
cucarachas se organizan en secreto de forma tal que, me atrevo a afirmar, es
posible que en cada casa de cada familia en el planeta, exista un sindicato de
cucarachas prestas a ejecutar un plan que llevan milenios perfeccionando y para
ser del todo franco con ustedes, no creo que haya algo más destructivo que un
sindicato. ¿No me creen? Sé que tratar de convencerlos sería inútil pero las
pruebas saltan a la vista y por tanto, ustedes mismos terminarán por
convencerse. No estoy inventando un novelón conspirativo como los de Dan Brown
y lejos estoy de ser George Orwell, esto no es ninguna “Rebelión en la granja”.
Solo quiero cumplir con el deber social de advertirlos a todos sobre lo que
está sucediendo. Algunos de ustedes, fervorosos creyentes de la teorías
conspirativas y del fenómeno ovni, pensarán que es mucho más probable que un
día cualquiera se precipite sobre el firmamento una invasión alienígena de
grandes proporciones a que las cucarachas se sindicalicen, salgan de sus
escondrijos y decidan gobernarnos. A los que creen en dichas historias les pido
que consideren algo: ¿de dónde creen que los directores de arte de películas
como Alien o Depredador, tomaron la inspiración para crear esos horrorosos
seres que devoran a los humanos? No sé ustedes pero creo que no hay nada más
parecido a Alien, el octavo pasajero que un grupo de brillantes cucarachas
discutiendo nuestro futuro en el baño (está demostrado que el baño y la cocina
es el sitio preferido de dichos sindicatos) al tiempo que caminan sobre el
jabón o se alimentan de la piel muerta que dejamos en peines, cepillos y en
nuestra ropa para lavar.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">¿Estarían ustedes dispuestos a trabajar
bajo la vigilancia de miles de ojos, algunos compuestos, otros simples, que
pueden ver en todas direcciones? ¿No? Pues bien, a los que consideren revelarse
más les vale tener en cuenta el hecho de que los sindicatos, sean de bichos o
personas, funcionan bajo las mismas reglas y se basan en los mismos principios.
Un sindicato al que se le ofrezca más de lo que pide es un sindicato feliz.
Estamos hablando de animales que llevan años estudiándonos, no lo olviden.
Cualquier miga de pan que caiga al suelo, cualquier libro viejo que dejemos en
el patio o cualquier caja de cartón que arrinconemos en alguna esquina es una
forma efectiva de mantener dicho sindicato contento, quizá no feliz pero
contento. Ustedes no están solos amigos míos pero no puedo decirles nada más
allá de lo que he hecho. Convivo con ellas, comen conmigo en el mismo plato y
en ocasiones, las más pequeñas se cuelan entre mi cuchara y puedo dar fe de que
no tienen mal sabor, solo crujen y tienen un relleno líquido, como los chicles.
Les dejo ojear mis libros de vez en cuando y hasta les complazco con alguna
canción que sé que es de su agrado. Algo me dice que voy por buen camino.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lo que acabo de contarles no es más
que la punta de un gigantesco iceberg que oculta algo mucho más terrible, algo
a lo que la humanidad no podrá resistirse ni con todo el arsenal existente, ni
muchos menos usando toda la fuerza de su voluntad. Los días de la humanidad
están contados y por eso, cuando vean que una cucaracha asoma sus antenas muy
cerca de ustedes, piénselo dos veces antes de fumigarla o pisarle la cabeza con
la chancleta (¿son conscientes de que el crujido de sus cuerpos al ser
aplastados es similar al crujido que hacen algunos alimentos en nuestra boca?)
porque si le perdonamos la vida, quizá ese pequeño bicho muestre indulgencia el
día que decida salir de la alcantarilla, decidido a gobernarnos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">25 de enero de 2014<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">@GustavoAgudeloE</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Kristen ITC"; font-size: 12.0pt; mso-bidi-font-family: "Arial Unicode MS"; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><o:p></o:p></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-76236541872167317852013-11-13T17:42:00.003-05:002013-11-13T17:42:56.720-05:00Lo que no se puede detener<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; text-align: justify;">¿Me creerían si les digo que un
viejo mueble de madera es el responsable de mis noches de mal sueño? Lo heredé
de mi mamá cuando, muchísimos años después de haber cumplido su vida útil,
haber sido reemplazado por una cómoda y después de vagar por todos los rincones
de la casa, un día lo encontré en mi habitación. No recuerdo cómo llegó ahí, ni
el lugar donde había estado con anterioridad pero cuando lo vi instalado en mi
habitación (completamente limpio y con un olor a ambientador floral que sentí
una vez abrí la puerta) supe que era la solución más práctica a un grave
problema de acumulación bibliográfica que por entonces estaba haciéndose
inmanejable. Le agradecí a mamá el hecho de haberme dotado de un lugar para
hacer tareas sin salir de la habitación pero sobre todo, de un lugar dónde
guardar, en realidad exhibir, mis libros. No era el primer objeto que heredaba,
tenía los libros de filosofía con los que había estudiado mi hermana (ahora
perdidos), la guitarra de mi papá y ese mueble no sólo iba a hacer las veces de
biblioteca sino que le iba a permitir a mamá conservarlo por muchos años más
ante su incapacidad, lo llamo nostalgia, de deshacerse de las cosas. Un buen
ejemplo de ello son las docenas de frascos vacíos de cremas y lociones que
tiene sobre la cómoda.</span><br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;"> <o:p></o:p></span><span style="line-height: 115%;">Volvamos al
mueble. ¿Lo he descrito? Al principio y al carecer de clóset, mamá lo usó para
guardar su ropa antes de sacarlo de su habitación y utilizarlo como sitio de
entretenimiento. En los días en que soportaba el televisor y el equipo de
sonido, era una resistente estructura de madera con dos espacios, uno superior
y otro medio, que remataba en un amplio cajón sostenido por cuatro ruedas que
permitían moverlo con facilidad. Un dato adicional: el cajón era propiedad de
mamá y solo ella podía abrirlo o cerrarlo puesto que ahí, al ser un lugar
fresco, guardaba todos sus medicamentos. Con el paso de los años, el equipo de
sonido ocupó un lugar diferente y su espacio en el mueble fue tomado por un
gigantesco reproductor de DVD. Quizá fuera el peso al que estaba sometido pero
un día cualquiera las ruedas del mueble cedieron y se partieron a la mitad,
dejándolo “choneto” y con serios problemas de movilidad. Durante un par de
meses más siguió cumpliendo su función habitual hasta que una tarde, en medio
de un silencio cómplice propiciado por la hora de la siesta, un estruendo que
hizo vibrar el ventanal que da a la calle, despertó a mi mamá y me sacó de mis
ensoñaciones juveniles que incluían una ida al Cinema El Virrey con Marilyn
Monroe. Las pequeñas y gruesas cuñas de cartón con la que intentábamos
nivelarlo habían cedido y lo que un minuto antes había sido un saludable y
moderno televisor era ahora una caja abierta de la que sobresalían cables de
todos los colores. Todos, incluyendo a mi hermana que fue informada por
teléfono de la situación y a un par de vecinas que llegaron a casa al escuchar
el impacto, todos, creímos que la utilidad del mueble había llegado a su fin.
Estábamos equivocados. Mi hermana lo intentó. Un día, aprovechando la ausencia
de mamá, limpio el mueble, que en ese momento sostenía la Biblia y un grupo de
figuras de porcelana de santos y mártires de la iglesia, lo sacó de la casa y
lo dejó toda la tarde sobre el jardín al frente de la misma, confiando en que
pasara alguien y se lo llevara. Lo único que ocurrió ese día fue que mamá
regresó y la vimos entrar a la casa cargando con el mueble al tiempo que
discutía con mi hermana y le decía: -Usted no tiene derecho a botarme las
cosas- y puedo jurar que al decirlo, había lágrimas en sus ojos.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">El mueble
no siempre estuvo en la casa. Cuando me fui a estudiar literatura a la
universidad, viajó conmigo. Dejó de ser biblioteca el día en que me hice con
una y desde ese momento comencé a utilizarlo como organizador de zapatos. Vivía
en un pequeño apartamento de paredes húmedas y mohosas, dedicado a la lectura
de novelas y a la colección de carros Hot Wheels que compraba cada quincena en
un almacén de cadena. ¡Quién iba a creer que lejos de casa el mueble iba a
volver a adquirir la importancia que tuvo en sus días de gloria! Guardé los
zapatos bajo la cama y ubiqué el televisor y una grabadora sobre su vieja
estructura de madera a la que recosté en una esquina de mi habitación después
de nivelarla con dos pequeños bloques de madera plana. Una noche, completamente
mareado por el alcohol y con la ira recorriéndome el cuerpo tras haber perdido Morfosintaxis
II (la única asignatura que perdí en la universidad con un deshonroso 2.9) y
darme cuenta que la mujer con la que salía me engañaba con el profesor responsable
de la asignatura, pateé con fuerza el cajón del mueble, destrozando una pequeña
figura prehispánica de arcilla que, producto del golpe, cayó del televisor y
fue a estrellarse contra el suelo. El daño fue aún mayor puesto que la manija
del cajón quedó prácticamente inservible. Volví a casa cuando los estudios de
literatura estaban llegando a su fin. El trasteo iba a bordo de un pequeño
camión que entró en reversa a través de la calle que daba a la casa de mamá.
Algunos vecinos en su afán por saber lo que pasaba pegaban sus rostros a los
ventanales. Pocas cosas habían cambiado en ocho años o al menos, no lo notaba. Recuerdo
que mamá estuvo al tanto de todos y cada uno de los objetos que ingresaban a la
casa, como inventariándolos pero en realidad, lo supe después de ver el brillo
en sus ojos, a la espera de que el viejo mueble hiciera su aparición. La mujer
seria e infranqueable que esperaba a que el camión se detuviera cambió a una
madre bondadosa que estaba ahora preocupada por la alimentación de su hijo,
todo gracias a que aquel objeto venía conmigo. Ya en la habitación, el mueble
volvió a servir de organizador de zapatos pero ahora estaba adornado por una
colección cada vez más amplia de carros de todos los colores, formas y marcas.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Todo iba
bien hasta hace un par de semanas. Un molesto ruido me despertó en mitad de la
noche. Era como si una multitud de insectos tijeretearan, con la idea de
abrirse paso para llegar a alguna parte. En medio de la noche, como si un
extraño delirio me obligara a moverme por toda la habitación, comencé a buscar
el origen del ruido. Lo hallé tres días más tarde cuando intentaba limpiar el
mueble. Diminutas bolas de madera aserrada yacían por debajo del mueble, bajo
las llantas de los carros e incluso en el interior del cajón oloroso a
medicinas. El comején ha hecho suyo (¿desde cuándo?) el viejo mueble y taladra
a gusto, con la fuerza y la felicidad que tiene lo que no se puede detener, la
madera del interior. No puedo dejar el mueble en mi habitación, si lo hago la
biblioteca y mis libros serán su próximo objetivo. He escuchado de un barrio
entero cuyos pobladores se vieron obligados a cambiar el techo de sus viviendas
porque millones de esos bichos devoraron las vigas de madera e incluso las
tejas, sin piedad. No sé cómo decírselo a mamá, creo que voy a empezar por
contarle la historia fantástica de ese barrio sin techos y ver si con eso la
puedo convencer.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">13 de
noviembre de 2013<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="tab-stops: 10.0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@GustavoAgudeloE</span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-78572210216002533712013-09-05T22:29:00.000-05:002013-09-05T22:30:48.306-05:00El informe Santibañez.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Roberto Santibañez (“Morberto” le
decían algunos) estaba al borde un colapso nervioso cuando supo de la extraña
noticia. Extraña, sí, porque para Roberto todo parecía estar alterado,
desprovisto de la lógica común y racional de lo que puede catalogarse como
normal y aquella “extraña noticia” parecía, una vez más, confirmárselo. Nada de
lo que llegaba a oídos de Roberto podía considerarse como normal. Víctima de un
intenso dolor en el costado derecho que en ocasiones parecía paralizarle toda
la espalda e incluso, decía, sacudirle las costillas, llevaba más de una semana
ocupando una cama de hospital a la espera de los resultados de los exámenes que
incluían desde muestras de orina, hasta radiografías y continuos pinchazos en
diferentes partes del cuerpo. -Es como si tuviera todas las malditas
enfermedades que hay en el mundo- se quejaba.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Leía el periódico del día, coqueteaba
con las enfermeras y fingía sentirse mucho mejor cada vez que conversaba con
alguno de los médicos de turno. Llevaba más de tres décadas ejerciendo el
periodismo y era la primera vez que, “por un maldito dolor”, se veía obligado a
cambiar las redacciones de las noticias judiciales (el apodo de “Morberto” se
debía a las descripciones que hacía en los tabloides de los cuerpos que
encontraba) por una cama de hospital. Ni
el dolor de muela del 76, ni los dos balazos que recibió en su pierna derecha
en el 97, habían logrado lo que este dolor sí.
Quizá por eso leía el periódico en voz alta como si él mismo lo hubiera
redactado, cambiándole palabras y hasta frases completas a las noticias que en
ellos aparecían e imprimiéndoles su particular y polémico estilo. No era ningún
morboso, decía, simplemente era realista y eso a la gente parecía molestarle.
Independiente de cómo fuera, en la calle decían que las dos balas que recibió
eran producto de su “morbo hacia los muertos”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">El día que escuchó la noticia de boca
de una de las enfermeras del hospital, Santibañez soportaba la peor ráfaga de
dolor desde su hospitalización. Pese a retorcerse en la cama, alcanzó a
escuchar que la enfermera hablaba de un paciente (el de la cama 76 para ser más
precisos), de los cuidados que le estaban prodigando y rematando, en una
expresión tan enigmática que llamó su atención a pesar del dolor, que el
paciente de la cama 76 se estaba “desmoronando”. En realidad aquella expresión
no tenía nada de “enigmática” como vendría a contar Santibañez después si no
fuera porque, algunos días después, aparecieron en el hospital unos hombres
vestidos con unos trajes que parecían diseñados más para la contención de una
fuga radioactiva en una planta nuclear que para el trabajo hospitalario y todo
porque el paciente de la cama 76, “terminó desmoronándose”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Cuando la enfermera dijo lo que dijo
en medio del pasillo, Roberto no le dio demasiada importancia, asumiendo que la
enfermera era una de esas moralistas compasivas que preferían ocultar con
palabras amables una realidad que, tarde o temprano, ningún ridículo eufemismo
podría ocultar. Lo de no cambiar palabras por otras, apegándose a la realidad,
era algo que le agradecía a su madre y a su incapacidad de ocultar la verdad
con palabras: “el que está muerto está muerto, qué es eso de que subió al cielo
o que se está cocinando en el infierno, ¡nada de eso! El que se murió se murió
y ya”. Así hablaba su madre y así escribía él y al que no le gustara
simplemente que no lo leyera. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">¿Quiénes eran los hombres de los
misteriosos trajes, qué hacían en la habitación 76 y por qué salían de ella con
dos bolsas de color rojo? ¿Qué llevaban ahí? Los días que siguieron los
invirtió en largas conversaciones con las enfermeras, contándoles anécdotas de
sus aventuras judiciales pero en realidad, tratando de sacarles información del
“paciente 76”, como ahora se le conocía. Lo que llevaban los hombres, dijo uno
de las enfermeras en un arranque de honestidad, eran las cenizas de Raúl, lo
que quedaba de él. En toda su vida de periodista nunca había escuchado nada
semejante. Sabía de enfermedades raras,
como los hombres árbol que pasaban por el Discovery Channel o esas personas que
hacían cosas y un segundo después no recordaban lo que habían hecho, pero nunca
escuchó de un hombre que fuera resquebrajándose, haciéndose polvo como
cualquier figura de arcilla. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Un par de semanas después, ya
instalado en su casa con una licencia de incapacidad que lo mantendría alejado
de su trabajo por treinta días más, quiso averiguar un poco más al respecto. El
hospital había decidido ocultar la muerte de Raúl a la opinión pública y por
tanto, ninguno de los médicos que entrevistó dio credibilidad a la historia.
Aquello era simplemente imposible y él lo sabía mejor que nadie. Ningún cuerpo
se convierte en polvo de la noche a la mañana. ¿Qué había pasado con Raúl y por
qué el hospital se negaba a decir algo al respecto? Intentó localizar a las
enfermeras que lo atendieron durante la semana que estuvo hospitalizado pero no
logró dar con el paradero de ninguna, el hospital tenía enfermeras nuevas y las
que él conocía se las había tragado la tierra. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Iba camino a casa cuando leyó la
historia en el periódico. Un grupo de médicos de un hospital de Liverpool en
Inglaterra, estaban perplejos ante la muerte de un hombre que, de un día para
otro, se había “pulverizado”. No encontró más información ni en ese ni en
ningún otro periódico que compró en un revistero del centro. No tenía cómo
viajar a Liverpool para investigar pero con un poco de ayuda de internet logró
adquirir un poco más de información. En medio de docenas de notas dedicadas a
un grupo musical conformado por cuatro sujetos que le sonreían desde una foto a
blanco y negro, encontró lo que buscaba. La sorpresa de Santibañez fue
mayúscula al enterarse de que el sujeto del que hablaban, era un músico de
apellido Peada originario de su país, es decir, un compatriota. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Las noticias venidas del puerto de
Liverpool parecieron surtir efecto en las deterioradas memorias de las
directivas del hospital. En un escueto comunicado de prensa, dieron a conocer a
la opinión pública que el primer caso de la extraña enfermedad no había
ocurrido en Liverpool sino en el interior de sus instalaciones y agregaban que,
liderados por su director científico, se pondrían en contacto con sus pares en
Inglaterra para compartir información. Los pocos datos suministrados por el
hospital incluían el nombre completo del paciente: Raúl Buitrago Cortés, así
como su ciudad de origen. Santibañez pensó que la comunidad científica no
tardaría en pronunciarse sobre la extraña enfermedad. A diario consultaba en internet,
gastando tiempo en publicaciones científicas que no hacían ningún tipo de
referencia, ocupándose de temas cósmicos o de los resultados de algún
experimento pero sin comentar absolutamente nada de la enfermedad. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Las sospechas de Roberto aumentaron
cuando, tras la lectura de algunos tabloides de corte sensacionalista que
hacían las delicias de los viejos pensionados que habitaban el parque del
centro, logró enterarse de más casos de “pulverización” alrededor del mundo.
Hombres y mujeres que llegaban en estado febril, incapaces de sostenerse por sí
mismas y con serias muestras de deshidratación, labios cuarteados, piel reseca
y alucinaciones. La datos recolectada por Santibañez lo llevó a un
descubrimiento, a la vez que asombroso,
inquietante. Las nueve víctimas mortales de la enfermedad, al menos de las que
él tenía conocimiento, Ramón Buitrago, el músico Peada y siete que había
encontrado en las revistas (las compró a los viejos por un precio altísimo ya
que traían a una mujer desnuda en la primera y en la última página las cuales,
según ellos, encarecían su valor) y que se encontraban repartidos entre Francia
(2), Italia (1), Estados Unidos (2), México (1) y Alemania (1), tenían la misma
nacionalidad. Con esa información, no
tardó mucho tiempo en trazar algo más que simple coincidencia y, con un par de
llamadas, dar por hecho lo que él ya consideraba como una hipótesis plausible:
todas las víctimas habían nacido en la misma ciudad. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Lo obvio era viajar a la ciudad. No
era difícil. Santibañez sabía qué autobús tomar, cuánto duraría el viaje y lo
que haría una vez llegara allí. Lo sabía de antemano, muchos antes de cruzarse
con los hombres vestidos con trajes radioactivos, mucho antes de saber de Raúl
puesto que él, Juan Roberto Santibañez Hurtado, había nacido ahí. Tal era la
energía que estaba invirtiendo en el “fenómeno de la pulverización”, él lo
denominaba así, que se olvidó por completo del cálculo que crecía en su riñón
derecho y de informar a las directivas de los tabloides en los que trabajaba
sobre su recuperación. La historia en sí misma era increíble. La oportunidad
perfecta para volver triunfante al mundo de la literatura. Un mundo que lo
había vapuleado unos años antes cuando se dio a la tarea de publicar su primera
novela, obligándolo a conformarse con un empleo de mierda (así decía cuando
alguien preguntaba) que consistía en seguirle la pista a los muertos que
aparecían por toda la ciudad y luego, como quitándose la amargura que llevaba
encima, escribir en judiciales, exagerando las descripciones como si se tratara
de una novela negra. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Lo primero que hizo Santibañez al
llegar a la ciudad, (era el único pasajero en un viaje de dos horas), fue
dirigir sus pasos hacia la notaría. El enorme portón metálico tipo parqueadero
estaba completamente cerrado. Daba la impresión que llevaba muchísimo tiempo
así. Si quería regresar el mismo día, le
advirtió el conductor del autobús, un tipo gordo e incómodo que renegó durante
todo el camino de la idea de tener que viajar hasta la ciudad, tendría que
caminar cuarenta y cinco minutos hasta el pequeño caserío donde la carretera se
bifurcaba. Las palabras del conductor le parecieron exageradas pero desde que
empezó a caminar, sintió algo en el ambiente que no lo hacía sentir como
bienvenido. Moviéndose como si fueran siluetas, las pocas personas que encontró
camino a la notaría hacían cualquier cosa para evitarlo. La imagen próspera que
lograba evocar cuando pensaba en los años de su infancia en la ciudad era
lejana, incrustada en un recuerdo que,
comparado con lo que sus ojos veían, parecía falso. Hasta donde alcanzaba la
mirada, lo único que podía verse eran escombros. Como si una oleada de fuertes
terremotos hubieran sacudido la ciudad hasta derrumbarla por completo,
dejándola en ruinas. Las calles estaban cubiertas de una gruesa capa de polvo
de un color blancuzco, de mal olor. Rodeó la notaría en un esfuerzo infructuoso
por encontrar a alguien que le diera alguna información, que le dijera de una
buena vez qué era lo que estaba pasando. Le temblaban las piernas. La idea de
que era lo única persona viva en la ciudad y el hecho de no poder recordar
ninguno de los rostros que encontró en el camino, le hicieron suponer lo peor.
No había nadie en la ciudad y las personas que en algún momento creyó ver, no
eran otra cosa distinta a siluetas informes que iban levantándose del polvo,
apareciendo y desapareciendo, escondiéndose de sus pasos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">La imagen de las siluetas que cruzaban
una calle y un segundo después se desvanecían en el aire, convirtiéndose en
pequeños remolinos movidos por el viento, era un recuerdo recurrente en los relatos de
Santibañez. Lo tenían por loco, por alucinado. Quienes lo encontraron a un lado
de la carretera, completamente tostado
por el sol, con los labios cuarteados y los ojos de un color amarillo pálido,
no se explicaban cómo había llegado hasta ahí y qué hacía con una pequeña
carpeta de hojas mecanografiadas bajo el brazo. No quiso que lo llevaran al
hospital y en cambio, solicitó ser trasladado a su casa donde algunos de sus
amigos, le quedaban realmente pocos porque nadie quería acercársele, nos
turnábamos para cuidarlo, hacerle compañía y darle algo de comer. Fue allí, una
tarde en la que todos estábamos reunidos contándole de los últimos muertos
aparecidos en la ciudad, cuando decidió levantarse de la cama, estrechar con su
mano arenosa a cada una de las cinco personas que tenía alrededor, dejándome la
carpeta de hojas mecanografiadas completamente sucias de polvo y arena y con
movimientos torpes, caminar en dirección a la calle. Todos vimos a Santibañez
salir, rascarse la cabeza y observar cómo iba desmoronándose con cada paso que
daba, desvaneciéndose en el aire, convertido en un remolino de arena blancuzca
que iba dando botes de un lado a otro y desapareciendo, como si nunca hubiera
existido. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">Las hojas mecanografiadas que
Santibañez me entregó contenían lo que aquí está consignado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";">02 de septiembre de 2013<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial; mso-fareast-font-family: "MS PGothic";"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div class="article-footer" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; clear: both; color: black; font-family: 'Cherry Cream Soda'; font-size: 14px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; letter-spacing: normal; line-height: normal; margin: 0px; orphans: auto; outline: none; padding: 0px; text-align: center; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: auto; word-spacing: 0px;">
</div>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<div class="article-content entry-content" itemprop="articleBody" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; clear: both; color: black; font-family: 'Cherry Cream Soda'; font-size: 14px; font-style: normal; font-variant: normal; font-weight: normal; letter-spacing: normal; line-height: 1.4; margin: 10px auto 5px; orphans: auto; outline: none; padding: 0px; text-align: justify; text-indent: 0px; text-transform: none; white-space: normal; widows: auto; word-spacing: 0px;">
<div class="MsoNormal" style="margin: 0px; outline: none; padding: 0px; text-align: justify;">
<span style="line-height: 16px;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@GustavoAgudeloE</span></span></div>
</div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-48571357911605665202013-08-27T16:58:00.000-05:002013-08-27T16:58:05.916-05:00¿A qué le tienes miedo?<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Me gustan las películas sobre zombis. No el fanatismo irracional
de los que siguen series como The Walking Dead e imaginan que, con cada segundo
que pasa, estamos más cerca del apocalipsis zombi, una suerte de parodia del
fin del mundo. No miento. Muchos pasan los canales con la sola idea de
encontrarse con la noticia en el lugar menos esperado (un pequeño poblado en
las montañas) o como consecuencia de algún conflicto. A bordo de autobuses que atraviesan largas y
serpenteantes carreteras protegidas a lado y lado por anchos cultivos de
pancoger, he escuchado conversaciones como:<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-¿Qué tal que una horda de zombis apareciera allá al fondo?-<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-Imagínate despertar y que no haya nadie en la ciudad, solo
muertos que caminan-<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Los he escuchado reírse y engancharse de inmediato a una
remembranza de los mejores capítulos de la serie o de alguna de las películas
que tratan sobre el tema. Los escucho reír, algunas veces a carcajadas y otras
con una risita nerviosa que refleja no sólo su temor a que aquello que
alcanzaron a imaginar por unos segundos se convierta en realidad, sino su
convencimiento absoluto de que aquello que alcanzaron a imaginar por unos segundos
va a ser realidad y por eso, están al tanto de las noticias y cualquier ruido
en la ventana es suficiente para que den rienda a suelta a sus temores e
imaginación. También soy seguidor de la serie. Si puede llamarse seguidor a
alguien que no tiene la religiosidad de sentarse frente al televisor a una hora
determinada en un canal determinado y mira los capítulos según se le antoje,
unos días sí y otros días no. Confiando en entretenerse, procurándose la dosis
mínima de violencia ficticia para olvidarse por un momento de esa violencia
real que carece de libreto, que puede verse y palparse en las calles.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"> Me gustan las películas
sobre zombis no tanto por el sanguinolento panorama de una multitud de
cadáveres arrastrando sus maltrechos y descompuestos cuerpos en busca de “comida” y los esfuerzos
de los vivos (igual de sanguinolentos pero revestidos de una sed de sangre que
los hace ver como sobrevivientes en un mundo completamente despiadado) por
mantenerse a salvo, sino porque sentado
frente al televisor mis viejos temores de niño vuelven a cobrar protagonismo,
convirtiéndome en un espectador asustado presa de cualquier efecto especial, de
cualquier mezcla de sonido. Un mundo completamente anárquico donde los muertos
vivientes son apenas el decorado de una catástrofe aún mayor: la soledad, la
desconfianza, un mundo completamente destruido habitado por cadáveres que
gruñen y caminan y por un grupo de sobrevivientes que han perdido su
humanidad. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Era apenas un niño cuando vi, por televisión, la película
inaugural de George Romero y todavía me cuesta sacarme de la cabeza las
imágenes de los cadáveres metidos en el interior de lavadoras industriales e
incluso, puede ser que el recuerdo no sea fiel a la película de Romero (una de
las favoritas de Andrés Caicedo) sino una suerte de rompecabezas de temores,
pesadillas nocturnas y escenas cinematográficas. Luego supe de la santería
haitiana, de los rituales vudú y de los cadáveres que volvían a la vida para
cumplir los malvados y oscuros propósitos de quienes los han vuelto a convocar
a este mundo. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Y aquí viene mi alegato: siento decepcionarlos pero me niego a
creer en los zombis por fuera de la estética, del entretenimiento y me niego a
creerlo porque han sido los zombis, esa fabricación carroñera y sangrienta del
cine que saca lo mejor y lo peor de los seres humanos, los que han relegado el
miedo simple y frío de los anónimos ruidos nocturnos cuando intentamos dormir
en casa, desapareciendo poco a poco las sombras y las siluetas que van
dibujándose en nuestras ventanas en una noche lluviosa e instalándonos en
nuestra propia ciudad, lo que creíamos propio de una dimensión diferente pero
con el horror de estar cerca, inmediato, de aparecer de improviso. El miedo a
los zombis (sí, conozco a muchos que se les pone la “piel de gallina” cuando
escuchan relatos sobre los mismos) nos quitó, al menos desdibujó, el terror ancestral a los objetos que caen al
suelo sin causa aparente, a las conversaciones o murmullos en el pasillo cuando
sabemos que no hay nadie en casa o a la materialización de alguna figura amorfa
que hace extrañas formas en el aire o el terror a encontrarnos en la oscuridad con
el espectro de algún muerto que aún no ha podido descansar en paz. Es como si el miedo dejara de ser una fuerza
anónima e incontenible para convertirse en un rostro descompuesto, con los ojos
salidos de las cuencas y un andar torpe, como de parroquiano engarrotado por el
frío. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Me gustan las películas de zombis pero mis temores no emiten
gruñidos ni vagabundean por las calles en busca de carne fresca para comer y en
cambio, se anuncian en el aullido del perro a la media noche, en esa extraña
sensación de sentirse acompañado cuando nos sabemos solos o en las terribles
figuras negras que la luz de los relámpagos dibujan en mi ventana y… <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¡Shh! ¡Silencio! En los incómodos y escalofriantes sonidos que vienen
del techo y que parecen estar tomándose la casa en este momento.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"> ¡Dios mío, qué es eso!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">27 de agosto de 2013<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@GustavoAgudeloE</span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-9726161559376997792013-05-08T16:41:00.000-05:002013-05-08T17:29:16.268-05:00The Beatles. Colección personal.<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: -1.0cm; margin-right: -25.9pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Al maestro Hernando López a quien le escuché por primera vez el nombre The Beatles
y a Jackeline Cifuentes, cuya música “ni le va, ni le viene”.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">I<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Una de
las leyendas urbanas más absurdas e interesantes (en un complejo universo de
historias que se mueven al límite de ambas categorías) de la historia de la
música, dice que Paul McCartney, uno de los cuatro miembros de la banda de
Liverpool y quizá, junto con John Lennon, una de las figuras más
representativas de The Beatles, está muerto. Lo que ocurrió después de su
muerte, según dicen, fue tanto un esfuerzo por ocultar la verdad de parte de
Scotland Yard y de los servicios de inteligencia británicos, como un esfuerzo
de The Beatles por revelarla. No voy a extenderme en detalles puesto que la
historia ha sido ampliamente difundida en sitios de internet especializados en
conspiraciones globales y teorías de ese tipo. Recurro a la historia
simplemente para resaltar la importancia de la banda y su influencia en la
cultura popular. Con el paso del tiempo, The Beatles trascendieron la escena
musical y se insertaron en los niveles más profundos de dicha cultura, con
consecuencias que nadie hubiera podido prever. En Colombia por ejemplo, un
reconocido narcotraficante del Eje Cafetero invirtió parte de su fortuna en la
construcción de un hotel temático (hoy completamente en ruinas) dedicado a la
memoria de John Lennon, a quien quiso hacer una suerte de homenaje.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;"> <o:p></o:p></span><b style="text-align: center;"><span style="line-height: 115%;">II</span></b></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: center;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Llegué a
The Beatles cuando todavía era un niño que cursaba estudios de primaria en el
colegio José Francisco Pereira a finales de la década del noventa. El enorme
patio donde formábamos a diario fue el lugar donde escuché por primera vez el
nombre de John Lennon y el aporte de esa banda de nombre impronunciable a la
historia en la voz de un hombre gordo y un poco calvo que respondía al nombre
de Hernando (quien hacía las veces de director, propietario del colegio y
profesor de inglés) y el cual vivía obsesionado con la puntualidad de los
ingleses y con una disciplina férrea que nos obligaba a llevar pañuelo y
peineta en los bolsillos y a hacer castigados en el “rincón” al no llevarla
junto con la camisa dentro de los pantalones, a pesar de que el colegio no
tenía uniforme. Me disculpo con el lector al abrumarlo con detalles biográficos
pero no puedo escribir sobre The Beatles sin recurrir a detalles propios y no
puedo hacerlo porque, a partir del cuarto año de primaria dicha banda vendría a
convertirse en la banda sonora de mi vida. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">III<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lo bueno
de las historias biográficas es que todo está a la mano y que nada tiene por
qué inventarse pero al mismo tiempo, toda historia biográfica implica
enfrentarnos a nosotros mismos y dejar que se filtren algunos detalles que
hubiéramos preferido mantener ocultos. No hay nada que se pueda hacer. Lo
primero que conseguí de The Beatles fue gracias a un desafío. </span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Estaba en cuarto
año en mi amado y desaparecido colegio en el centro de la ciudad y no sé qué
hacíamos en Unicáncer capítulo Cartago pero sí sé que una de las actividades
consistía en caminar sobre una pasarela como si fuéramos modelos profesionales.
Fui el ganador del concurso porque, en medio de la pasarela, le lancé besos al
público y me llevé las manos a la cintura al llegar al final del recorrido como
cualquier reina de belleza. Fue así como (junto con un disco de Andy Montañez)
me hice con el “Please Please Me”, el primer disco de The Beatles, el mismo que
hace poco cumplió cincuenta años, el que contiene “Love me do”, el primer gran
éxito de la banda. Ahora que lo pienso, es sorprendente que alguien le haya
regalado un disco de The Beatles a un escuálido muchachito de apenas ocho años
pero es aún más sorprendente, que ese muchachito hubiera extraviado el enorme
acetato donde Paul, John, George y Ringo asomaban medio cuerpo a través de un
balcón interno, en uno de los muchos cambios de residencia a los que se vio
sometida su familia después del asesinato de su padre. Lo confieso, no sabía lo
que hacía. ¿Ustedes se imaginan lo feliz que sería si ese disco estuviera
todavía en mis manos? ¡Cómo pude perderlo! Recuerdo que cambié toda una
colección de carritos de carreras (enviados desde Francia por Gloria Marmolejo,
la mejor amiga de mi mamá) por una armónica plateada que me hacía sentir parte
del grupo cada vez que en el tocadiscos de la casa sonaba <i>“Love, love me do/ You know I love you…”</i>, ahora el disco es historia
y los equipos de sonido ya no incluyen un tocadiscos en su parte superior. Las
cosas cambian y algunas no se vuelven a repetir. No lo entiendo, ¡cómo pude
perderlo, cómo pude ser tan tonto de perderlo!<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">IV<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Luego
vino la discusión. Ya no era un muchachito de ocho años pero seguía siendo un
tipo escuálido a los veinticinco. No recuerdo por qué pero sí que había muchos
gritos, que el grifo del lavaplatos estaba abierto y que el cielo estaba
dominado por gruesas nubes color ceniza que oscurecían el interior de la casa
pese al color blanco de las paredes que no delataba a las hormigas. A lo mejor
era el preludio de algo funesto y no lo supe interpretar. Los gritos de Julia, sus puños golpeando la
mesa de madera que hacía las veces de comedor y <i>“With A Little Help From My Friends” </i>que sonaba por tercera o
cuarta vez (sí, tengo la molesta costumbre de repetir incontables veces una
canción que me gusta) en una pequeña grabadora en la habitación donde reposaba
el escritorio y la biblioteca. </span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No hay momento de mayor tensión que el silencio
que precede a un gran estruendo, a una terrible explosión. Una confesión más:
intenté razonar, de utilizar el discurso como herramienta de persuasión pero
nada evitó que Julia destruyera, ayudada por la violencia de sus manos y un
tenedor, el tercer objeto que había adquirido de The Beatles, ese tremendo
disco llamado “Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band” de 1967, el primer álbum
conceptual de la historia, uno de los discos cuya carátula, según dicen, más
pistas tiene sobre la supuesta muerte de McCartney, el disco que, después de
tres largos meses de ahorro y tras enterarme en la televisión que The Beatles
habían sido remasterizados, había comprado en la nueva tienda de Prodiscos en
el centro, tienda que por cierto ya no existe. Nunca encontré el estuche del
disco pero, mientras lo buscaba con calma en la habitación, encontré la pijama
favorita de Julia (mi regalo por su cumpleaños) y di cuenta de ella con unas
tijeras que había a mi alcancé en el primer paño de la biblioteca. Culminado
dicho trabajo y con la pijama convertida en tiras de tela mal cortadas, escribí
una pequeña nota que aseguré con un gancho a una de las tiras y abandoné la
casa para nunca más volver. “De parte del Sargento Pimienta”, decía la nota y a
estas alturas, creo que Julia sigue sin comprender a qué me estaba refiriendo. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;"> </span><span style="line-height: 115%;"> </span></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">V<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Pensándolo
bien, el incidente con Julia pudo haber resultado mucho peor de lo que
realmente fue. En medio de su afán de destrucción, llevada por una ira ciega
que le impedía continuar con sus labores básicas sino silenciaba el “molesto
ruido” (una de las mejores interpretaciones de Ringo con la banda) que provenía
de la habitación, olvidó por completo que en el último paño de la biblioteca,
al lado de un diccionario de sinónimos y antónimos y de los dos primeros tomos
de la obra completa de Octavio Paz editada por el Fondo de Cultura Económica, descansaba
“The Beatles 1”, un disco de color rojo que compila 27 de sus sencillos número
uno en las listas y que “hurté” de una vieja librería en Bogotá y que por
fortuna, para Julia pasó desapercibido. No es que el disco lo haya robado, no,
tampoco es de confesarme ladrón en un texto y poner en alerta a las autoridades
y por tanto, considero necesario aclarar un par de cosas. </span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Con la idea de llevar
a buen término un texto que cada vez se hacía más extenso y menos consistente,
me alojé en un viejo hotel de pequeños balcones que daban a la Avenida Jiménez
y a un parque recién remodelado, muy cerca de la iglesia de San Francisco y del
sitio donde un Roa Sierra alucinado terminó con la vida del caudillo Jorge
Eliécer Gaitán, dándole al país (con sus balas) el empujón que lo mandó de
bruces hacia una turbulenta corriente de ideologías, odios y rencores. Con las
manos en los bolsillos, tratando de distraer el frío capitalino y con los ojos
puestos en un corpulento negro de boina que señalaba una placa que conmemoraba
el asesinato e intentaba hacerle entender a un grupo de curiosos que el país
estaba jodido mucho antes de que a Roa se le ocurriera disparar, traté de
abrirme paso hacia la avenida en busca de la habitación de paredes de cal
adornadas con pequeñas imitaciones de las majas de Goya donde me alojaba.
Decidí cruzar la avenida y echar un vistazo a la librería que el día anterior
había visto al asomarme al balcón. Me entretuve con un libro de Plinio antes de
poner mis ojos sobre el disco en cuestión y dirigirme hacia la sección de
saldos que prometía un precio irrisorio por la compra mínima de tres libros o
discos, según el caso. No recuerdo cuáles eran los otros dos discos pero lo
cierto es que el álbum compilatorio producido por el mítico George Martin pasó
por la caja registradora (ante los ojos cansados del incauto librero) como un
producto en saldo. Volví al Hotel Zaragoza con un poco menos del dinero que me
hubiera costado llevarme a la cama a una de la prostitutas que le daban la
vuelta al parque en la madrugada pero con la felicidad cómplice de llevar bajo
el brazo lo que hasta ese momento, era mi segundo objeto de The Beatles. Habrá
quienes me juzguen por ladrón, quiero creer que simplemente fue un golpe de
suerte. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Dirán
que exagero cuando digo que “The Beatles 1” no es un álbum cualquiera y que, al
menos para mí, tiene un valor que va mucho más allá de lo musical. Lo compré
por un precio ridículo, no lo guardé en mi maleta de viaje y en cambio lo llevé
en mis manos durante las ocho horas que tarda el autobús en ir de Bogotá a
Cartago y estuve a punto de perderlo cuando, vencido por el sueño y descolgando
por esa peligrosa carretera que recibe el nombre de “La línea”, el disco se
deslizó de mis manos y rodó varios asientos hasta que se detuvo. La caja sufrió
algunos daños menores pero el disco estaba intacto. Lo anterior sin mencionar
que sobrevivió a la inquina de Julia y, metido en una caja, a abruptos e
inesperados cambios de domicilio. Hay algo sobrenatural en ese disco y no solo
es lo musical o a lo mejor sí. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">VI<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Muchísimos
años después, cuando todo tipo de revistas y recortes de periódico vinieron a
acompañar al único objeto de The Beatles que tenía en mi poder, un cuarto
objeto entró en escena. Un par de días antes de encontrarme a bordo de un taxi
que intentaba abrirse paso en un monumental trancón en la ciudad de Pereira (a
la altura de un puente semiderruido poblado de habitantes de la calle que se
preparaban para recibir de la mejor forma posible la lluvia que la noche
prometía traer consigo) había asistido a la proyección de “Yellow submarine” en
un cine club que funcionaba en una vieja casa colonial en el centro de la
ciudad. Visto en perspectiva, aquello podría considerarse como un buen augurio.
Caminaba por uno de los andenes de la carrera cuarta cuando encontré el cartel
que anunciaba la proyección pegado a un poste del alumbrado eléctrico. Un tipo
flaco y de voz nerviosa cuyo nombre ya no recuerdo, hizo una corta introducción
antes de dejar rodar la película. Ninguno de los que estábamos esa noche en la
proyección hubiera podido imaginar que aquella vieja casona sería consumida por
un voraz incendio que requirió no sólo la presencia del cuerpo de bomberos sino
de toda la comunidad y que, de no haber sido atendido con prontitud, se hubiera
extendido hacia las calles aledañas. No volví a ver al hombre de la
presentación pero, ateniéndonos a la información suministrada por la prensa
local, quizá fue el cuerpo que encontraron carbonizado en las ruinas humeantes
y el cual nadie logró identificar.</span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">VII<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La
lluvia golpeó el taxi mucho antes de lo que cualquiera hubiera podido esperar.
Incluso los indigentes, a pesar de la protección que ofrecía la estructura del
puente que se alzaba sobre sus cabezas, parecían contrariados. La calle era un
cúmulo de luces rojas y amarillas que se movían de un lado a otro, que
aparecían y desaparecían en medio de la uniformidad del aguacero. Volví la
mirada. Un objeto cuadrado envuelto en lo que parecía ser papel metálico yacía
sobre mis piernas. Mariana tenía la mirada fija sobre los edificios que pasaban
a toda velocidad a través de la ventana. Tiene esa envidiable capacidad de
hacer aparecer las cosas de la nada, como si fuera un acto surgido de alguna
voluntad anónima, como si siempre hubieran estado ahí. -Ábrelo- dijo. Los
rostros de John, Paul, Ringo y George me miraban desde un fondo negro. No
comprendía muy bien qué era lo que estaba pasando. Mariana la prestidigitadora,
trataba de explicarme algo referente al libro de un tal Terry Burrows pero
hacía rato que tenía mis narices en su interior y no escuchaba nada distinto al
ruido de la lluvia. Ni siquiera habíamos dormido juntos y daba la impresión de
que me conocía mejor que nadie. Algo parecido pero mucho más escandaloso
ocurrió con la aparición del quinto objeto. Precedida de una gigantesca maleta
color rosa que hacía suponer una larga estadía de la que no había sido
informado, bajó de un taxi (esos vehículos de servicio público son para ella lo
que los ovnis para los alienígenas, algo así como su hábitat natural) y dejó
caer algo sobre la cama antes de irse a juguetear con Julio que movía la cola,
ladraba a medias y daba vueltas a su alrededor. Fue así como el mítico “Álbum
blanco” llegó a mis manos y estuvo a punto de desaparecer, tal parece que la
mala suerte me acompaña, cuando Julio, creyéndolo comida, intentó hincarle los
dientes. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;"> </span><b style="text-align: center;"><span style="line-height: 115%;">VIII </span></b></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Para
congraciarme con el lector y dejar atrás la “deshonrosa” adquisición de “The
Beatles 1”, diré que el “Abbey Road” (otro de los álbumes código con pistas
sobre el deceso de Paul y de paso mi sexto objeto de The Beatles) lo adquirí
por el precio indicado en una librería de un reconocido centro comercial. Tampoco
aquella compra pudo estar exenta de polémica. La librería era atendida por
Marcos, un antiguo compañero de universidad y un sujeto mucho más problemático
de lo que dejaban ver esos gruesos lentes de ex seminarista arrepentido que lo
protegían. Aquello no pasaría de una mera coincidencia sino fuera porque Marcos
tuvo un intenso romance (cuya duración variaba de los cinco a los seis meses con
rachas que lo extendían hasta los ocho) con Mariana y el cual, pregonaba a los
cuatro vientos cada vez que tenía oportunidad delante de profesores y
compañeros de clase. Pude comprobar después que el “intenso romance” (¡qué
hombre en sus cabales utiliza semejante expresión!) fue una magnífica invención
que lo hacía sentirse mejor ante los desplantes continuos de Mariana que por
ese entonces era su vecina y a la que, al menos dos veces por semana, invitaba
a jugar “golfito” sin ningún tipo de resultado. Acompañado por ella, no siento
vergüenza en confesar que gasté más tiempo del acostumbrado en pasearme por los
estantes repletos de libros y que consulté a Mariana cuál álbum debía comprar
solo por el placer cómplice de que nos viera conversar. Imaginará el lector que
Marcos Valenzuela nunca fue cercano a mis afectos y por tanto, me sabrá
excusar. </span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<b style="text-align: center;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="text-align: center;"><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"> <b>IX</b></span></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El
séptimo y casi último objeto de The Beatles del que quiero hablar, tiene la
extraña condición de ser hipotético: existe pero nunca lo he visto, es mío pero
nunca lo he tenido en mis manos, una especie de objeto fantasma. Mariana quería
dármelo como sorpresa de aniversario. Revisando su correo electrónico, había
encontrado un correo de EMI en el que anunciaban con bombos y platillos la
remasterización y la puesta en venta del “Magical Mystery Tour” a un precio de
sesenta dólares (disponible en ese momento únicamente en Estados Unidos). Lo
que siguen son conjeturas. Aprovechando el viaje de una amiga hacia Estados
Unidos, una tal Natalia Drews para ser más exactos, Mariana compró la película
en la tienda “online” de EMI y acordó con la tal Natalia que la enviarían a su
casilla postal en Nueva York para que ella la reclamara y la trajera a su
regreso. </span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Entiendo que la tal Natalia Drews regresó, que efectivamente reclamó
en su dirección postal mi película, la cual, permanece en el interior de una
maleta en algún punto de la geografía colombiana porque, a su regreso, la tal
Natalia Drews cayó en un complejo estado de depresión que la ha obligado a permanecer
aislada del mundo de los mortales, negándose a recibir cualquier tipo de
llamada o visita. Y con eso llegamos al octavo de los objetos, una biografía de
John Lennon que adquirí en compañía de Mariana en una pequeña librería del
centro de Pereira y que ahora hace parte de mi biblioteca con el resto de los
objetos descritos en este relato. Me hubiera gustado describirle al lector con
lujo de detalles los pormenores de ese viaje que en 1967 The Beatles realizaron
a bordo de un autobús y que terminó con un Lennon furioso quitando los
distintivos que adornaban el vehículo pero en cambio, debo pedir que si alguien
sabe algo sobre la tal Natalia Drews, para mí un persona de dudosa procedencia
hasta que se demuestre lo contrario, le hagan saber que en el último paño de mi
biblioteca, hay un espacio disponible para ese objeto valioso que ella sigue
guardando en una maleta. Mientras esto sucede, seguiré escuchando “Let it be”
cuyo solo de guitarra, vale por toda la historia de la música. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">01 al 11
de abril. 2013<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Discografía<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Cada uno
de los “capítulos” de este relato fueron escritos con la música de The Beatles
de fondo, en lapsos que incluyen calurosas noches, medios días presurosos y una
última noche pasada por lluvia y con truenos y relámpagos que sacudían el
enorme ventanal de mi habitación como
única compañía. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;">Los tres
primeros capítulos fueron escritos bajo la influencia del Abbey Road e incluye
canciones como: Come together, Something, ¡Oh! </span><span lang="EN-US" style="line-height: 115%;">Darling, Octopuss garden e incluso I want you y
Here comes the sun. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="EN-US" style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El
capítulo que habla de la discusión con Julia se escribió con With A Little Help
From My Friends, repitiéndose una y otra vez, algunos toques de Lucy in the sky
with diamonds y When I´m sixty-four. Todos del Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club
Band. En formato digital, el disco original me lo dañó Julia. ¿Se acuerdan?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El
quinto capítulo contó con la participación de Get back, Lady Madonna y The
ballad of John and Yoko, extraídas del recopilatorio The Beatles 1.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El sexto
capítulo contiene versiones de ensayo y canciones en concierto: Love me do, And
I Love Her, Ticket to ride (en vivo), Eleanor Rigby (instrumental), Hey Jude,
entre otras. Tomadas de The Beatles. Complet. Anthology. Seis discos en formato
digital.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span lang="EN-US" style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Los capítulos siete, ocho y nueve tienen a Day
tripper, Penny Lane, Let it be, Yellow submarine y All you need is love,
tomados también de The Beatles 1. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">El
episodio que describe el encuentro con Marcos en la librería se escribió con
Ob-La-Di, Ob-La-Da, tomada del Álbum Blanco. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@gustavoagudeloe</span></span></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Kristen ITC"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%; mso-bidi-font-family: Arial;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-56246181940930690882013-04-27T23:40:00.000-05:002013-04-27T23:40:16.965-05:00La ciudad es otra cuando llueve<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">“Al asesino de la cola del
cine, el padrino dos le ha decepcionado. Los violadores huyen de los jardines, <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">llueve sobre mojado.”<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Fito Páez y Joaquín Sabina<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Esta ciudad no es la misma cuando
llueve. Los arboles adquieren una tonalidad negra, casi espectral. Las cuerdas
del alumbrado eléctrico escurren agua y a lo lejos se asemejan a una telaraña
mojada por la brisa. Los autos van avanzando lentamente, acaso porque un
inmenso árbol caído obstruye el paso unas calles más arriba y los bomberos,
hombres de casco e impermeable, intentan reducirlo cercenándole las ramas. Los
conos naranjas apostados a lado y lado de la vía y una larga línea de vehículos
que sigue las instrucciones que un ridículo tipo de uniforme y pito hace con
las manos. No suena ningún claxon, es como si nadie dijera nada y en cambio, todo
parece crujir. La rama del árbol al ser desprendida con fuerza del tronco, la carretera
cuando las llantas de los carros parten en pequeños pedazos las tejas que
sobrevivieron intactas al viento y a una caída de más de tres metros y las
ventanas sacudidas por los truenos y luminosidades que se dibujan en el cielo
azul pálido. No hay por qué temer, solo es la lluvia y sus manifestaciones y la
luminosidad que a lo lejos se parece a la que producen las bombas tras su
explosión, son una postal cinematográfica de viejas películas de guerra. No hay
que esconderse bajo las mesas pero, eso sí, hay que pararse frente a la
ventana, porque a la gente le gusta ver llover.<o:p></o:p></span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Un rayo serpentea a través del
firmamento y todo se ilumina de un color blanquecino: las casas de balcones en
la avenida, los edificios del centro, las pupilas de la gente. Cuando llueve la
ciudad está a la deriva. Protegidos por la lluvia que chorrea de los sucios
tejados, una mujer y su joven amante intentan olvidarse de la madre preocupada
y del marido que espera en casa. Aguacero cómplice de un amor callejero; ella,
vendedora en un almacén del centro, él, maltrecho aspirante a escritor. Ambos
se besan al ritmo que marcan los golpes de una pelota de baloncesto que va
dando botes en un polideportivo aledaño, un poco más rápido y esos golpes
sincronizarían perfecto con los latidos de cada corazón. </span><br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Los
travestis y las putas que esperan ver aparecer las luces de la camioneta Toyota
que siempre los recoge a la misma hora, sin falta. –Hay que tener paciencia
muchachas- dice una, -a veces se demora cuando llueve-. El hombre gordo que a
la madrugada y urgido por sexo, le paga a uno de los pocos maricas que queda en
la calle por una mamada antes de que despunte el sol. Los asesinos barajan las
vidas de muchos al tiempo que intentan ubicar el punto exacto donde la gotera
golpea el cielo raso. El vendedor ambulante que empuja su carrito hacia la
multitud que intenta protegerse bajo la saliente de los tejados. Las ganas de
comer arepa caliente que aparecen en los estómagos ciudadanos al final de la
jornada. La vida pasa mientras llueve. El humeante café del vendedor ambulante
que intenta hacerse con algo de dinero antes de volver a casa, arrastrando su
carrito. Las luces traseras de los vehículos que alumbran como gigantescos
cocuyos, como diabólicos ojos rojos que parpadean. La lluvia siempre trae
consigo la necesidad de usar una escoba, un trapeador. Los baches del pavimento
que desaparecen bajo el agua acumulada y el motociclista que pierde el control
y cae de bruces contra el suelo al tiempo que maldice su mala fortuna,
-Hijueputa- dice, -casi me mato-. Ciudad tramposa, ciudad de arreglos
inconclusos, razón tenía Carlos Fuentes.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;"> </span><span style="line-height: 115%;">Las luces naranjas del alumbrado
público que todavía no sucumben al apagón y dejan ver las gruesas gotas que
caen con uniformidad. Hay cierto espíritu de solidaridad detrás de un apagón.
Las vecinas paradas en las puertas, los niños que corretean en el andén y un
avión que se abre paso a través de un cielo nublado.</span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"> –Va a llover toda la noche- <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-El daño parece grande- <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-En el
centro tampoco hay luz-. </span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;">Las calles completamente inundadas
y los diarios que titularán: “Impresionante aguacero en la ciudad. No hay
alcantarillas sobrevivientes”, como si la lluvia fuera un gran accidente de
avión. La ciudad sucumbe a la emergencia. Las monstruosas luces de los
semáforos como gigantes de tres ojos que pestañean a la distancia. El
oficinista que ve cómo todo su trabajo del día se va al carajo porque el fluido
eléctrico ha sido interrumpido por la empresa de energía y no había guardado
nada en el computador. –Se lo he dicho mil veces Martínez y usted no hace caso,
no sé qué va a hacer pero necesito el informe mañana a primera hora en mi
oficina- El silencio de Martínez y un homicidio imaginario en la cabeza del
oficinista. ¿Cuántos individuos mueren a diario en la imaginación de las
personas? No sé, pero aquí donde me ven, seguro llevo más de doscientos
homicidios ¡y los que me faltan!, solo es cuestión de esperar.</span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">El vaho que se instala a
centímetros del suelo cuando comienza a escampar. No hay duda, la ciudad es
otra cuando llueve, sino que lo digan tus huesos que para evitar el dolor,
preferirían que todo estuviera caluroso así a ti, propietaria de los mismos, te
guste más la lluvia. No hay que reñir con ellos, claro está que, al final, uno
solo puede contar con los huesos y nada más.</span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">26 de abril de 2013<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@gustavoagudeloe</span><span style="font-family: 'Kristen ITC'; font-size: small;"><o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<br />
<div class="MsoNormal">
<span style="font-family: "Kristen ITC"; font-size: 12.0pt; line-height: 115%;"><o:p></o:p></span></div>
</div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-28705994644008596722013-04-08T17:48:00.001-05:002013-04-09T09:32:31.738-05:00Latas de sardina<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; text-align: justify;"><br /></span>
<br />
<div style="text-align: start;">
<span style="font-family: inherit; text-align: justify;"><span style="font-size: large;">V</span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%; text-align: justify;">iajar en autobús debería estar de
moda. Con lo congestionado que están las calles hoy en día, con los índices de
smog que convierten el ambiente en un hervidero a presión y con el
calentamiento global como protagonista de foros mundiales y comerciales de
televisión, ir en autobús debería constituir un acto cívico de heroicas
proporciones, algo así como un servicio social a la ciudad, un acto de amor
hacia el planeta. De ser así, las administraciones municipales deberían de
considerar los viajes en autobús como requisito fundamental para ser
galardonado con la medalla al mérito cívico, considerando que un viaje en
autobús reduce el tráfico en horas pico, las emanaciones de dióxido de carbono
y el gasto de dinero, al ser un medio de transporte barato. Lo cierto es que
aquello no ocurre y salvo las primeras semanas de inauguración de algún sistema
de transporte masivo (en las que todo el mundo viaja para sentirse parte de la
ciudad y para que en los temas de conversación digan con orgullo: “Yo ya
viajé”) la gente parece comprender poco la importancia del transporte público.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">No los culpo. Pocas veces los
autobuses son cómodos y en su mayoría, son viejos cacharros a los que les
cuesta trabajo mover su propio peso y van sacudiéndose como un enfermo de
Parkinson, amenazando con colapsar en cualquier momento. Recuerdo que hace
años, cuando todavía vivía en el barrio El Rosario, unos largos y destartalados
autobuses cruzaban muy cerca de la casa y dejaban tras su paso una espesa
polvareda que hacía difícil percatarnos de su color al tiempo que un
ensordecedor ruido (una especie de explosión que podía escucharse por todo el
barrio y que bien podía provenir de una llanta rasgada como de un motor cansado)
era testimonio de su paso por la vieja carretera destapada que va a dar a la
avenida. Hoy en día, esos largos aparatos metálicos han sido reemplazados por
unos estrechos cajones (latas de sardina, dice la gente) que amenazan con
volcarse cada vez que toman una curva y que reciben el nombre de colectivos.
Lentamente el transporte urbano ha ido evolucionando en sistemas mucho más
complejos y organizados pero de lo que quiero hablar aquí, es del viejo sistema
de transporte, de los ruidosos y ruinosos buses que cruzaban por una calle de
mi barrio hace más de una quince años e incluso, de los reducidos (también
ruidosos y ruinosos) autobuses que vinieron a reemplazarlos. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Como escritor,
siempre he pensado que los autobuses constituyen todo un caldo de cultivo para
historias de todo tipo. Basta con echar un pequeño vistazo a cualquiera de sus
sucios y desbaratados asientos para entender de lo que estoy hablando. He visto
cómo se cierran grandes negocios, cómo de un rostro diáfano comienzan a fluir
lágrimas al ritmo de alguna vieja canción que sale de la emisora favorita del
conductor o cómo viejos amigos que no se veían durante años se encuentran al
coincidir en la misma ruta.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Las ventanas de los autobuses están llenas de decepciones, como el tipo que volvía a casa después de un largo día de trabajo y pudo ver a un desconocido abrazando a su mujer unas calles más abajo o el sicario que detuvo el autobús al observar que su víctima iba caminando por una calle solitaria a las ocho de la noche, facilitándole su trabajo y el esfuerzo de establecer un itinerario de movimientos previos al ataque. No miento. Cuando murió papá, todos en casa confundimos el ruido de los disparos con las continuas explosiones de los viejos vehículos de los que hablé. Hace un tiempo viajaba en autobús y un viejo llamó la atención sobre el libro que llevaba en mi mano. Indagó si se trataba de un libro sobre el Che Guevara pero en realidad se trataba de un libro de Julio Cortázar cuya foto adornaba la carátula. Hablamos del libro, de Oscar Wilde (el viejo se refería a él como “el mejor escritor del mundo”) y finalmente, el hombre me propuso la compra de un Rolex que llevaba consigo y al que describió como “el mejor reloj del mundo”. Lo anterior sin mencionar que cuando escribí “Érase una vez la ciudad”, utilicé algunos diálogos de pasajeros y ubiqué al personaje a bordo de una ruta específica de autobuses que recorrían la ciudad de sur a norte y de oriente a occidente.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">¿Quién no ha tenido la suerte de sentarse al lado de una linda mujer para tratar de seducirla o, al menos, de entablar conversación? Los autobuses están impregnados de esa solidaridad esquiva que hoy solo puede verse después de una tragedia de inmensas proporciones. Tienen la capacidad de reducir cualquier tipo de condición social a la categoría única de pasajeros y de brindar una experiencia inigualable de una ciudad que va pasando y deteniéndose al ritmo del conductor, los pasajeros y el semáforo.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">No hay nada más poético que ver caer la lluvia
a través del ventanal panorámico y escurrirse en los resquicios de nuestras
ventanas, mirar alrededor y hablar con el vecino del asiento del frente sobre
lo malo que ha estado el clima en las últimas semanas o sacar de nuestra maleta
algún libro y tratar de leerlo al vaivén de los huecos de las calles. No
conozco una antología de relatos para leer en taxis o en aviones pero en
cambio, sí conozco un poema escrito por un poeta amigo sobre un autobús y muchísimas
antologías de grandes cuentistas pensadas para ser leídas a bordo de un
autobús, como la que hace poco le regalé a mi mujer aunque ella prefiera viajar
en taxi y lea el libro no el asiento de un autobús sino sobre la comodidad de
su cama.</span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Una ciudad que no tiene autobuses
es simplemente un simulacro de ciudad, un espectro de lo que podría ser si
llegara a tener esas estructuras rodantes deteniéndose en cada parada,
congestionando el tráfico porque algún pasajero quiso subirse en un lugar
prohibido. Los autobuses son los diarios vivientes de la ciudad, en ellos se
habla del clima, del alcalde de turno, del último muerto. Un viaje en autobús
puede cambiarnos la vida para bien o para mal u ofrecernos el amor sentado en
el asiento de al lado. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">08 de Abril. 2013.</span><span style="font-family: Kristen ITC; font-size: 10pt;"><o:p></o:p></span></span><br />
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span>
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@gustavoagudeloe</span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Kristen ITC"; font-size: 10.0pt; line-height: 115%;"><o:p></o:p></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-25490239343268891292013-02-13T10:56:00.000-05:002013-02-13T10:56:56.019-05:00Un blog. Origen de todas las cosas.<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">La imagen de un grupo de hombres sentados frente a sus viejas máquinas de escribir bajo la protección de una estructura de metal (semejante a las de las paradas de autobuses) en los alrededores de algún edificio del gobierno, es un recuerdo grato aunque impreciso que siempre he asociado al oficio de escribir. Grato porque todavía puedo escuchar el sonido de las teclas bajo sus dedos, el color grisáceo de los adoquines que hacían las veces de acera y la sombra oblicua que el parasol metálico proyectaba sobre el pavimento e impreciso, porque es una imagen extraída de mi infancia en alguna ciudad anónima en la que estaba de viaje y que no he podido recordar. </span><br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"></span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Usé esa misma imagen en mi inconclusa tesis de grado para la universidad y la traigo ahora porque el título del blog (El escribano público) obedece al hecho de considerar todo ejercicio de escritura como un acto público, tal y como lo hacen los viejos hombres de las máquinas de escribir que pasan el día redactando documentos a solicitud de anónimos ciudadanos. Lo del “Fin del mundo” no es otra cosa que la puesta en marcha de cierto pesimismo frente a la realidad y sus pormenores inmediatos. La idea de que todo está tambaleando muy cerca del borde, a punto de desmoronarse, de venirse abajo en un gigantesco cataclismo. Contrario a lo que muchos piensan, el complemento del título no tiene nada que ver con las profecías de cierta cultura indígena centroamericana y mucho menos, trataba o trato de aprovecharme de la coyuntura creada por los medios. Claro, no puedo negar que la expresión “Un blog para el fin del mundo” no está exenta de suspicacias y de comparaciones pero en la vorágine de internet, esas relaciones odiosas pueden incluso jugar a nuestro favor, uno nunca sabe. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Una de las principales críticas que he recibido sobre el blog tiene que ver con su poca actualización. Entiendo que el éxito de cualquier blog está en ofrecerles a sus lectores actualizaciones diarias, constantes. Cuando concebí la idea de “El escribano público” en el interior de una cómoda habitación en compañía de mi mujer, lo hice pensando en un espacio de escritura que me permitiera compartir mis obsesiones y mi trabajo con los lectores en una suerte de diálogo cómplice, testigo de mi proceso de escritura. Al contar con un espacio propio, el blog me ha permitido volverme un poco más ordenado a la hora de escribir (tengo un cuaderno exclusivamente para el blog) y confirmar lo que dije en un principio: que por más íntimo que sea, todo ejercicio de escritura es un acto público.</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">No sé hasta qué punto estas confesiones me hagan, a los ojos del lector, un mejor o peor bloguero puesto que nunca me he dado a la tarea de serlo y por tanto, considero que tanto el blog como mi cuenta en Twitter se encuentran estrechamente relacionadas. En ambas van a encontrar reflexiones, lecturas cruzadas, obsesiones y sobre todo, intentos de narrar la realidad a través de la ficción. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">12 de Febrero. 2013.</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span>
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">@gustavoagudeloe </span><br />
<br />
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-10404793033019720672013-01-28T15:45:00.000-05:002013-01-29T12:31:01.366-05:00Clic.<br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"></span><br />
<span style="font-size: large;"><br /></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ocurrió durante mi día libre. Un grupo de hombres muy bien parecidos intentaban llevar a buen término el plan de robar un banco que habían concebido en el más profundo de los secretos un par de noches atrás pero el calor y la larga pauta publicitaria del canal, me habían adormecido por completo sobre uno de los muebles de la sala. Intentaba olvidarme de una difícil semana en la revista y de los continuos viajes que había hecho a un pequeño pueblo del centro del departamento cuyos habitantes aseguraban estar sitiados por los extraterrestres. Salvo una multitud de personas que aseguraban haber visto a los alienígenas en diversos puntos del pueblo, no encontramos nada parecido a un ovni en los alrededores en las tres visitas que hicimos y sino fuera porque mi cámara capturó a un reconocido funcionario de la ciudad dándose un beso con un hombre más joven en una cantina muy cerca al parque principal, las dieciocho horas de viaje en camioneta hubieran sido infructuosas. Tampoco tenía nada que objetar. La revista vivía de explotar esas historias y si la portada no la iban a ocupar unos alienígenas extraviados en un caluroso pueblo, bien podría ocuparla un político caído en desgracia. Lucas seguía pendiente de la salud de su madre y en su última llamada había dicho que pasaría un par de días más con ella. Llevaba semanas de no verlo. No entendía cómo, en un descuido, su madre había resbalado por las escaleras de un tercer piso, fracturándose la pelvis y quedando en un estado de convalecencia tal que resultaba imposible que Lucas no estuviera a su lado. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No quise moverme de la sala para no molestar a Martina. Acostumbrada a pasarse el día entero sola y encargada de las labores domésticas, debía parecerle raro verme sentada sin nada que hacer frente al televisor. Salsera confesa, debió aburrirse montones al no poder acompañar sus movimientos por toda la casa sin el ritmo de la música. Martina hablaba poco y trataba de hacer el menor ruido posible pero de vez en cuando llenaba el silencio tarareando las notas de alguna canción mientras limpiaba las plantas del jardín. La habíamos contratado cuando los sobrinos de Lucas vinieron a pasar una temporada con el único tío que aun permanecía en el país. Hace rato que las cosas no andaban bien. La gente abandonaba el país ante el temor de algún allanamiento militar o de que sus bienes fueran confiscados por los militares que estaban en el gobierno. No es que las cosas no anduvieran bien, es que eso era lo que la gente decía. De vez en cuando me prohibían tomar alguna foto pero, en términos generales, me dejaban hacer mi trabajo. Tampoco tenían mucho de qué preocuparse puesto que me la pasaba tomándole fotos a edificios viejos, a las celebridades de turno y a algún contradictor de los milicos que me encontraba muerto por ahí.</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-Es un hampón- decía alguno con expresión severa –si le va a tomar una foto que quede claro que lo sorprendimos robando y se resistió al arresto-</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Tomaba la foto (de lejos, no se podía de cerca), escribía lo que me decían que escribiera y asunto arreglado. Cierto día que venía de tomarle fotos a algunos pájaros en un parque, encontré a Lucas explicándole a los militares que no era un ladrón y que intentaba forzar la chapa de la puerta porque en esa casa vivía y había olvidado las llaves en su interior. No le creían y lo conminaban a subir al camión por sus propios medios para no tenerlo que hacer por la fuerza. Uno de los militares pareció reconocerme y el asunto no pasó a mayores pero desde ese día, ambos comenzamos a ser más cautelosos con los militares. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">No había terminado la persecución a los ladrones del banco cuando Martina me llamó a almorzar. La cocina era una sola humareda de olores diversos que en nada se parecían a los almuerzos en la revista o en algún restaurante del centro, cuando teníamos suerte. Había olvidado decirle a Lucas que el libro que tanto esperaba, lo habían traído en la mañana pero que el autógrafo del afamado escritor no estaba dedicado a su nombre sino al de una mujer que vivía en alguna ciudad al norte del país y que su libro, seguramente, se encontraba vacacionando en algún lugar de la costa atlántica. Lo que no le iba a decir era que el empaque del libro estaba roto y que los militares y no él, habían sido los primeros en abrirlo. Invité a Martina a que almorzara conmigo. Para ese momento los ladrones dejaban atrás a la policía e intentaban ocultarse en lo profundo de un bosque después de que el automóvil en el que viajaban sufriera fallas mecánicas. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-¡Maldito cacharro!- gritaba uno al tiempo que pateaba con furia una de las puertas –por poco y nos atrapan- </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Martina fue quien se percató primero que algo no andaba bien con el arroz. –Tiene un sabor extraño- dijo. La miré. Había dejado de comer y movía de un lado a otro el arroz que tenía en su plato con un tenedor. Movía el tenedor lentamente, como si separando cada grano fuera a encontrar el motivo de su mal sabor. Hice lo propio y ambas nos sorprendimos al ir descubriendo una suerte de diminutos bichos en su interior. No eran hormigas o al menos, no lo parecían. Dejamos el almuerzo a un lado. Martina parecía apenada. Había reservado el resto del día para ir de excursión hacia el occidente de la ciudad en busca de tres esquivas aves que aun me faltaban por fotografiar y cuyos nidos se encontraban en lo más alto de los árboles que rodean el parque dedicado a la memoria del fundador, un tal capitán Robledo o algo así pero en lugar de hacer eso, invertí toda la tarde en desocupar los cajones de la alacena con el fin de constatar el estado de los alimentos. Tenía la esperanza de encontrar todo consumido por una horda de esos pequeños insectos pero, salvo el arroz, todo se encontraba en perfecto estado, como recién traído del supermercado a donde siempre iba con Lucas. Confieso que había probado un par de cucharadas de arroz antes de que Martina me advirtiera de la anomalía. Fueran lo que fueran aquellos bichos de color pardusco, parecían estar interesados únicamente en el arroz. Me sentí culpable al pedirle a Martina que se fuera a descansar tranquila porque al obligarla a hacerlo (me ofreció su ayuda para vaciar la alacena), la había hecho culpable del incidente. El arroz era lo único que no había alcanzado a comprar en compañía de Lucas porque, justo en el momento en que dábamos vueltas en el supermercado, recibió la llamada de su hermana que le informaba del accidente de su madre. Quizá por eso abrigaba la esperanza de que al abrir la alacena, encontrará todo estropeado. Eso hubiera sido lo mejor. Con los bichos andando por toda la alacena, no solo el tema de la compra del arroz pasaría a segundo plano sino que me exoneraría de cualquier responsabilidad. Íbamos al supermercado cada vez que Lucas lo consideraba necesario. Vivía al tanto de los noticias, de cómo fluctuaba la economía con los militares al mando y cuáles eran los productos que comenzaban a escasear en las tiendas de los barrios y con esa información, planeaba las visitas al supermercado. Íbamos al supermercado no tanto por una necesidad real como por evitar el desabastecimiento o por lo menos, estar preparados cuando éste fuera irreversible.</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Cuando los sobrinos de Lucas regresaron a casa de su madre, decidimos que Martina siguiera en la casa y se encargara de las labores domésticas. Igual que las visitas al supermercado, no lo hacíamos por necesidad como por tener a alguien ocupando la casa ante nuestras prolongadas ausencias. No queríamos que un día, a nuestro regreso, encontráramos la casa completamente revuelta porque los militares la habían puesto bajo sospecha. Con Lucas en casa de su madre, la responsabilidad de estar al tanto de lo que faltaba en la cocina recaía sobre Martina. No hablábamos mucho y nuestra forma de comunicarnos consistía en pequeños papelitos que dejábamos pegados a la puerta de la nevera y que contenían instrucciones o necesidades. Lucas le había explicado a Martina cuál era la mejor forma de escribir en esos papelitos y no despertar sospechas de los militares en caso de un allanamiento. Nada de frases largas, nada de saludos formales. Lucas enumeraba las instrucciones de acuerdo al grado de importancia y asimismo hacía Martina. 1. Barrer frente. 2. Lavar ropa. 3. Planchar. 4. Limpiar la biblioteca o 1. Comprar detergente. 2. Cambiar la escoba, etc. La nota de Martina de “Comprar arroz” como única necesidad la había encontrado en la nevera a la mañana siguiente al viaje de Lucas. Con el director de la revista obsesionado con el asunto de los alienígenas, disponía de poco tiempo para ir al supermercado. Opté por comprar el arroz y un par de cosas que consideraba que podrían hacer falta, en un pequeño supermercado que había abierto sus puertas no hacía mucho en una esquina de la carrera diez, a pocas cuadras de un viejo cinema cuya estructura estaba a punto de venirse abajo de un momento a otro. Lucas no hubiera estado de acuerdo. Prefería hacer las compras en supermercados relacionados con los militares (al que íbamos era propiedad de la hija de un importante general) como una forma de ser amable con un régimen que en cualquier momento podía comenzarlo a odiar. Comprendí la obsesión de Lucas cuando encontré los pequeños insectos bailando en el plato del almuerzo. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Martina no fue a trabajar a la mañana siguiente. En una llamada de menos de un minuto, me había explicado que no se encontraba bien de salud. El hilo de voz que le escuché a Martina al otro lado de la línea me alarmó. No puedo explicar muy bien por qué pero relacionaba su mal estado de salud con el consumo del arroz plagado de bichos. Esa mañana también había recibido una llamada del funcionario que sorprendí en la cantina del pueblo acompañado de un joven cuando indagaba sobre los alienígenas y de paso, la llamada de una asesora bancaria que insistía en obligarme a calificar los servicios del banco con una serie de preguntas que tenían por respuestas "Satisfactorio" "Poco satisfactorio" o "Muy satisfactorio" y que lograron llevar mi paciencia al límite. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-Me parece- dije para tratar de cerrar un interrogatorio que llevaba extendiéndose más de media hora –Me parece, que todos los servicios del banco son muy satisfactorios, que tenga un buen día-</span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Del único que no había recibido llamada esa mañana era de Lucas y me parecía que ya era ahora de comenzar a extrañarlo. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Conocí a Lucas cuando todavía estudiaba en la Universidad del Distrito y hacía las veces de cajera de una reconocida librería de viejo en el centro de la ciudad. Recuerdo que me lo encontraba a menudo en los pasillos de la Universidad, discutiendo con sus amigos la mejor forma de resolver un problema contable hasta que vino el golpe de los militares (en realidad no un golpe sino una pacífica entrega del poder) y el claustro universitario fue disuelto por considerarse que en su interior se realizaban actividades subversivas. Lo volví a ver unos meses después cuando intentaba sin mucha suerte encontrar un libro de no sé qué teórico de la economía en uno de los estantes. De Lucas puedo decir que ha sido siempre un hombre callado, con una timidez que, para algunos, puede rayar en la agresividad. Tiene los ojos claros y una dedicación absoluta a los libros y al cuidado de su madre que, fuera del accidente en las escaleras, comienza a padecer los rigores del mal de Alzheimer. Iba a la librería, una inmensa casona colonial que ha resistido al asedio de dos incendios, a la modernización del centro de la ciudad y a la presión militar, una o dos veces a la semana y pasaba horas enteras vagando por las habitaciones mal ventiladas repletas de libros de toda clase sin decidirse a tomar ninguno. Decidimos estar juntos cuando comprendimos que pasábamos más tiempo extrañándonos que ocupándonos en nuestros propios quehaceres y salvo cierta incapacidad suya para reconocer que las personas pueden comportarse como unas verdaderas hijas de puta cuando se lo proponen, no hay nada que pueda objetarle a su compañía. </span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Quise volver al pequeño supermercado donde había comprado el arroz para indagar sobre el origen del mismo y explicarle a quien estuviera a cargo, el episodio de los molestos bichos. No encontré nada. En lugar de un supermercado, encontré una enorme bodega vacía con las estanterías metálicas todavía atornilladas a las paredes y un grupo de militares dormitando en su interior. ¿Qué había ocurrido? Traté de pasar desaperciba pero fue inútil. Al verme merodeando el lugar, uno de los militares salió a mi encuentro justo cuando les daba la espalda e intentaba apurar el paso. El hombre vaciló un momento en detenerme o dejarme seguir antes de regresar al interior del extinto supermercado. No me detuve. Sabía bien que un arroz plagado de diminutos animales no era respuesta para un interrogatorio militar. Caminé un par de cuadras antes de refugiarme en el viejo cinema a mitad de calle. A nadie se le ocurriría buscarme en un sitio que era visitado con regularidad por los militares. No recuerdo cuánto tiempo estuve refugiada en el cinema, cambiando de asiento cada que sentía que alguna mirada inquieta o extraña se posaba sobre mi espalda. Los militares habían allanado el supermercado recién caída la noche ante las sospechas de que, en el interior de los alimentos vendidos a granel, los empleados escondían armas que luego eran entregadas a la subversión. No recuerdo haber visto ninguna arma cuando compré el arroz un par de días atrás, ni mucho menos percatarme de alguna actitud "sospechosa"<sospechosa> por parte de los empleados. Volví a casa en compañía de Alberto, uno de los compañeros de la revista, a quien encontré por casualidad en el cinema. Fue por él que me enteré del allanamiento al supermercado, del tiroteo que se había presentado en su interior y de los dos militares que resultaron heridos en el intercambio de disparos. Culminado el tiroteo, todos los empleados fueron obligados a desnudarse antes de ser lanzados a empujones al interior de un camión. Los mismos camiones que hacían parte del relato de Alberto aparecieron ante nuestros ojos al irnos acercando al barrio. Docenas de militares impedían la circulación de los vehículos sin antes someterlos a una exhaustiva requisa. Alberto decidió estacionar la camioneta (la misma en la que hicimos el recorrido al pueblo en busca de alienígenas) y emprender conmigo el último tramo del recorrido a pie. Al vernos descender de la camioneta, uno de los militares nos salió al paso pero al observar que Alberto había dejado las puertas del vehículo abiertas nos dejó seguir. No me gustaba que a mi paso los vecinos fueran murmurando quién sabe qué cosas que no alcanzaba a escuchar. Dejé atrás a Alberto cuando vi que un militar salía de mi casa. Martina yacía sobre un piso completamente revuelto de papeles, libros y pedazos de sillas. Tenía los ojos vendados y serias señales de que había sido maltratada. El militar que había salido de la casa estaba de nuevo en su interior. Era un muchacho joven, nada feo aunque un poco torpe para caminar con el fusil. Lo reconocí enseguida. Era el mismo hombre que estaba con el funcionario el día que tomé la foto en el pueblo, solo que con el uniforme se veía un poco diferente. Ese mismo hombre me informó que Lucas había muerto esa mañana cuando unos militares llegaron hasta a casa de su madre convaleciente para interrogarlo sobre mi paradero. Salí en compañía de ese hombre y antes de subirme a uno de los muchos camiones que tenían parqueados en la calle, vi cómo los tres pájaros que me faltaban por fotografiar cruzaban el cielo cubierto de nubes. Los vi pasar hasta que se perdieron de vista entre los cables del alumbrado eléctrico y el inicio de la cordillera. Pensé en Lucas. Hubiera querido tener la cámara en mis manos y hacer clic. </sospechosa></span><br />
<span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-size: large;"><br /><span style="font-family: inherit;"></span></span><span style="font-family: inherit; font-size: large;">15 y 16 de enero de 2013</span><br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">@gustavoagudeloe</span><br />
<br />
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">También lo puedes leer en: </span><span style="font-family: inherit; font-size: large;"></span><br />
<a href="http://www.casalitterae.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=145:clic&catid=65:cuento&Itemid=145"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">http://www.casalitterae.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=145:clic&catid=65:cuento&Itemid=145</span></a>Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-70979884029878032982012-11-28T00:21:00.000-05:002012-11-28T00:29:51.573-05:0011. 10<div align="center" class="MsoNormal">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">“Aquí, donde el mar se acabó
y la tierra espera”<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">José Saramago.<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">El año de la muerte de
Ricardo Reis.<o:p></o:p></span></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></b></div>
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">La fotografía apareció en el
periódico local cuyas páginas protegían el suelo de tablas de la pensión de
cualquier salpicadura de pintura. Todos los años durante los meses de junio o
julio, su propietaria (una mujer gorda, de movimientos lentos, que respondía al
nombre de Leonor y cuyos pasos hacían crujir toda la estructura de madera de la
vieja pensión) intentaba devolverle algo de su antigua apariencia mediante
arreglos menores en su interior y la refacción de la fachada que daba la
bienvenida a los huéspedes sobre la carrera sexta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><span style="line-height: 115%;">Al principio, cuando los negocios
de la carrera sexta no habían sido consumidos por algún incendio ocasional o
saqueados por la delincuencia, la pensión era un sitio próspero que albergaba
tanto a estudiantes como a las amantes de los comerciantes más reconocidos de
la ciudad. Luego, con el paso de los años, los cuartitos fueron tomados en
arriendo por viejas prostitutas venidas a menos o por borrachos extraviados que
buscaban un lugar donde dormir. ¿Qué hacía en un sitio así? Con la casa
propiedad de la familia alquilada, con mamá trabajando en alguna casa de algún
barrio de </span><span style="line-height: 18px;">París</span><span style="line-height: 115%;"> y con el poco dinero que sacaba de mi trabajo en una vieja
librería del centro, era el único lugar que ofrecía alojamiento por un precio
que me podía procurar.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Cursaba quinto año de literatura
cuando encontré la fotografía en el periódico que cubría el suelo a un lado de
la habitación. ¿Cuántos años hacía que no veía ese rostro que ahora el
periódico me devolvía como una fotografía a blanco y negro? En una pequeña
nota, el diario hablaba de la consternación que sufría la familia de quien
fuera mi mejor amigo de la infancia ante su inesperado suicidio. Me sentí
mareado. Con la hoja salpicada de pintura en la mano, salí de la pensión en
busca de una cabina telefónica para hablar con mamá. Tenía que hablar con
alguien y en ese momento no tenía a quien más recurrir. Con excepción de algo
sobre la adopción, no recuerdo qué dijo mamá pero sí que hablaba rápido y que
cada dos minutos interrumpía la conversación para responderle (en un francés seco
y del que no entendía una sola palabra) a un hombre que le exigía vaya a saber
qué desde que había contestado el teléfono. Volví a la pensión. Encerrado en
ese caluroso cuarto recordé que un par de semanas atrás, Leonor había
mencionado algo sobre el suicidio de un estudiante de química de la misma
universidad en la que estudiaba literatura. Al parecer, según lo dicho por
Leonor, el estudiante había decidido quitarse la vida tras descubrir que era
adoptado. No presté demasiada atención al relato ni tampoco establecí ningún
tipo de relación. ¿Por qué no relacioné los hechos cuando era consciente de que
mi amigo estudiaba química en la universidad? Por una razón simple: era
imposible que se tratara de mi amigo porque él no ignoraba el hecho de ser
adoptado. Tanto impacto causó la noticia del suicidio en la ciudad que incluso
mamá (a miles de kilómetros y con un océano de distancia) se había enterado de
algunos detalles y quizá por eso, había mencionado el tema de la adopción en
nuestra última conversación. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">De la muerte se cuentan muchas
cosas. Se dice, por ejemplo, que quienes están a punto de morir recorren por
última vez los sitios que antes solían frecuentar. Camino a casa de mi amigo
recordé que no era cierto que llevara años sin verlo como lo asumí cuando
encontré su foto en el periódico. Unas semanas antes de su muerte, lo encontré
vagando por los estantes de la librería y lo saludé como saludaría a cualquier parroquiano
en busca de alguna novedad bibliográfica con la que satisfacer su curiosidad
lectora. Intento traer esa imagen de vuelta pero solo recuerdo un rostro pálido,
medio sonriente y una mirada completamente ajena a lo que pasaba en este mundo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">¿Cómo resumir todo cuanto me enteré al estar
en aquella casa? Hablé con su madre. Me contó de una profunda decepción amorosa
que había sumido a mi amigo en una depresión tal que se vio obligado a
abandonar las clases de química en la universidad y a frecuentar, por
sugerencia de su madre, el consultorio de un reconocido psiquiatra de la
ciudad. Cuando estaba en casa y se sentaba al comedor, comentaba su madre, el
reloj que había en una de las paredes de la cocina siempre marcaba las once y
diez. Con los conocimientos en química adquiridos en la universidad, él mismo
fabricó el veneno con el que decidió quitarse la vida, despistando de paso a
los médicos forenses que no lograron determinar el total de sustancias que se
usaron en la fabricación del mismo. No sé por qué siempre imaginé a mi amigo
cayendo de lo alto de un edificio cuando en realidad había usado todo su
intelecto en la planificación de su muerte. El detalle de la hora podría
parecer superficial sino fuera porque la dirección del Cementerio Central de la
ciudad es carrera once con calle diez y el número de la tumba que le
correspondió es exactamente la misma hora del reloj: 11. 10. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Escribo todo esto desde la
buhardilla que tomé en alquiler a una amable familia de un barrio cercano. Un año
atrás, la vieja pensión de Leonor fue consumida por las llamas de un incendio
provocado por un corto circuito en una de las habitaciones del segundo piso. Ni
Leonor, ni las dos prostitutas que a esa hora ocupaban las instalaciones
lograron ser rescatadas de las llamas. No he vuelto a saber nada de mamá pero
algo me dice que las cosas en alguno de los barrios de la capital francesa no
andan bien. Sigo en la vieja librería del centro. </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Quien no me crea lo invito a
recorrer las estrechas y frías calles del Cementerio Central y así comprobar la
veracidad de este relato. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">27 y 28 de Noviembre de 2012.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">@gustavoagudeloe<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
</div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-75069578941397456442012-11-18T19:54:00.006-05:002012-11-18T19:54:46.791-05:00Una habitación.<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La última vez que intenté rehacer
mi vida estaba en una habitación de un hotel del centro de la ciudad con una
novela de Andrés Caicedo en la mano. Uno no rehace su vida a menudo o al menos
no toma consciencia de que lo hace hasta que no haya tocado fondo y sea más que
urgente darle un nuevo rumbo a las cosas y en mi caso, es curioso el hecho de
que cada vez que lo intento esté en el interior de una habitación. Aunque no
era consciente de ello, la primera vez que lo hice estaba en compañía de mi
madre durmiendo en la misma habitación en la que habíamos velado a mi padre
unos años atrás. De una u otra forma, en medio de las paredes de cal, del piso
de cemento y de las dos puertas, una de madera que daba al pasillo de baldosas
rotas y otra metálica que daba a la calle, ambos intentábamos rehacer nuestras
vidas en silencio y con el recuerdo de lo que en esa habitación había pasado aún
fresco a pesar de los años. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Luego vino la enorme hacienda
propiedad de unos traficantes que, tras el incesante asedio de las autoridades,
comenzó a transformarse en un sitio turístico para finalmente convertirse en un
hotel campestre. Mi adolescencia fue un
ir y venir de gente extraña, de familias enteras que llegaban para ocupar una
de las muchas habitaciones que como la mía, contaban con televisor, aire
acondicionado, dos enormes camas y un baño lo suficientemente grande como para
que cuatro personas lo ocuparan, sin estorbarse las unas con las otras. Ahí, en esa habitación de hotel, fue donde
descubrí por primera vez lo que pasaba a mí alrededor. Si la muerte de papá me
ayudó a descubrir que alrededor había algo que se llamaba “Familia”, el hecho
de que en esa habitación viera cómo un grupo de guerrilleros pertenecientes al
Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (M.R.T.A) se tomaba la Embajada de Japón
en Lima, me ayudó a instalarme en el continente en el que vivía y a interesarme
por lo que pasaba en el mundo, eso gigantesco y desconocido que se abría a mí
alrededor. Quizá por eso prefiero los hoteles a los moteles. Estos últimos son
inhóspitos, completamente abandonados y condenados a cumplir su función
amparados en el anonimato que reduce el trato cordial de los seres humanos a
una simple transacción económica, a un contrato ridículo de una mano que cobra
y otra mano que paga. Llevar a una mujer a un hotel dice mucho del compromiso y
del sentimiento que sentimos por ella. Llevarla a un motel es reducir las
infinitas posibilidades que ofrece su compañía a un trato estrictamente sexual.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Vuelvo a estar en una habitación.
Ya no en un hotel sino en la comodidad que ofrece un lugar propio que de a poco
se va pareciendo a uno, hasta en el rechinar de la puerta de madera, y vuelvo a
la misma situación. Desgastándome en mensajes de texto, en discusiones con mi
sobrino que, cada vez que se siente arrinconado por las tareas escolares,
golpea su cabeza contra la pared y logra sacudirle los cimientos a la casa,
recuerdo ahora algunas habitaciones con más detalles que otras. La terrorífica
habitación de paredes de cal donde velamos a mi padre; el violento desorden en
el que quedó la habitación que hacía las veces de estudio y en la que me
encerré unos minutos después de que un matón destrozara las cerraduras,
llevándose consigo una cámara digital, mi computador personal con todo mi
trabajo escrito en su interior y de paso, la tranquilidad de quienes
habitábamos la casa. La última habitación que recuerdo era una pequeña, húmeda
y oscura cuadrícula en el centro de un largo pasillo dominado por tres perros y
que terminaba en un enorme patio a medio construir. El decorado de la habitación lo hacían dos
pequeñas camas desordenadas y una cómoda donde reposaban los productos de aseo
personal. Es un recuerdo imperfecto porque no volví a esa habitación desde el
día en que Lucía, su propietaria y la mujer con la que me iba a casar, perdió
la vida en un accidente aéreo en las selvas del Darién, muy cerca, dicen, del
sitio donde cayó la avioneta con Jaime Bateman Cayón. ¿Qué aspecto tendrá esa
habitación ahora? No lo sé y por eso me refiero a ella como a un recuerdo
imperfecto. Con Lucía (ella misma mi habitación) es diferente puesto que me
encuentro con su fantasma a diario, camino al trabajo. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">18 de Noviembre. 2012<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">@gustavoagudeloe </span><span style="font-family: 'Kristen ITC'; font-size: 9pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-43734921508978310542012-11-14T23:15:00.001-05:002012-11-14T23:15:50.402-05:00Del otro lado del abismo.<br />
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">“Me
basta con leer uno de tus cuentos<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">para
saber que un día llegarás a ser importante.
<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Pero
estás dispuesto a sufrir esos horrores? <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Me
decís que estás perdido, vacilante, <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">que
no sabés qué hacer, que yo tengo<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">la
obligación de decirte una palabra.”<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ernesto
Sábato<o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Hace
días no escribía. No porque no tuviera tiempo para hacerlo sino porque
estaba acumulando experiencias. Fue un fin de semana extraño. Solo,
desconectado de todo, me fui dando cuenta de las cosas, me fui ubicando del
otro lado de la situación. Unos amigos me invitaron a hablar de Mario Vargas
Llosa y del premio Nobel y me gasté la madrugada del sábado y la del domingo sumergido
en esa discusión. También tuve tiempo de hacer otras cosas, de caminar, de ir
de un lado a otro hablando con cualquiera: putas, maricas, ladrones,
indigentes, gente cualquiera que preguntaba la hora y a la que le daba igual si
eran las dos, tres o las cinco de la mañana.
Tuve la oportunidad de ver la otra orilla, de hacerme del otro lado del
abismo y de reflexionar sobre el mismo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Quiero
decirlo de una vez: la vida es tan larga y el porvenir tan infinito, que la
misma nos va dando la oportunidad de ser y hacer varias cosas, de ir yendo de
un lado a otro: nos da la oportunidad de vivir lo que queramos vivir. Como dice
Alfonso Reyes: “La vida nos vive y no la vivimos nosotros”. ¿Qué más puedo
decir?<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">“Una
palabra. Tendría que callarme, lo que podrías interpretar como una atroz
indiferencia, o tendría que hablarte durante días, o vivir con vos durante
años, y a veces hablar y a veces callar o caminar juntos por ahí sin decirnos
nada, como cuando se muere alguien que queremos mucho y cuando comprendemos que
las palabras son irrisorias o torpemente ineficaces. Sólo el arte de los otros
artistas te salva en esos momentos, te consuela, te ayuda. Sólo te es útil (¡qué
espanto!) el padecimiento de los seres grandes que te han precedido en ese
calvario.” <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ernesto
Sábato.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: 2.45pt; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¿Quién nos dice cómo vivir? ¡Nadie! Si acaso nuestros padres nos
sugieren, nos muestran el camino, nos aconsejan cómo transitarlo pero
finalmente quien va y lo anda es uno y nadie más. No hay dos vidas iguales; a
lo sumo habrá coincidencias, lugares comunes pero el carácter y el espíritu son
diferentes. Uno va por la vida dando tumbos, probando, diciendo esto sí y lo
otro no, sumergiéndose en lo que se va encontrando con la sola idea de vivir.
Ni siquiera el conocimiento importa. Hay quienes nunca han ido a cine, nunca
han leído un libro y saben más que cualquiera. Que tú o que yo. Es un error
menospreciar a alguien por el simple hecho del conocimiento. Los infiernos son
muchos: hay tantos infiernos como personas vivas en el mundo. Nadie dijo que
vivir era un asunto sencillo pero tampoco es opcional, vivir es una inmensa
responsabilidad y como toda responsabilidad de larga duración, viene cargada de
éxitos, problemas, decepciones y fracasos. Uno tiene derecho a quejarse, a
cuestionar su destino pero no tiene derecho a creer que su destino es más
tormentoso, dramático o difícil que el de cualquiera. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: 2.45pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">“Es
entonces cuando además del talento o del genio necesitarás de otros atributos
espirituales: el coraje para decir tu verdad, la tenacidad para seguir
adelante, una curiosa mezcla de fe en lo que tenés que decir y de reiterado
descreimiento en tus fuerzas, una combinación de modestia ante los gigantes y
de arrogancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para
estar solo, para rehuir la tentación pero también el peligro de los grupitos,
de las galerías de espejos”<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: 30.8pt; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ernesto Sábato. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -4.65pt; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Acaso los horrores que han visto nuestros ojos no son sino fragmentos,
pedazos minúsculos de horrores venideros que no tendremos oportunidad de vivir,
de padecer. Extensiones mínimas de horrores pasados. Apenas si escuchamos de la
persecución a los judíos y nosotros la comparamos con sentirnos tristes una
tarde cualquiera de un domingo cualquiera, acaso si escuchamos algo sobre La
bomba de Hiroshima y nos vamos quejando una y otra vez ya sea de frío o de
calor. La vida de todos los seres humanos es un instante en medio de dos
eternidades, la que pasó y la que ha de venir. Tampoco es cuestión de
resignarse: no es el caso creer que nada tiene solución, que todo lo que
aparece ante nuestros ojos es tal como aparece y por tanto inmodificable. No es
el caso ir por la vida soñando con ser Alejandro, Torquemada, Valery o Rimbaud.
Muchos menos el caso de ir imaginando que las paredes del mundo se van cerrando
a nuestro paso y que no hay otra salida que apurarse en el recorrido. La
claustrofobia es un estado no una situación. Una cosa es la economía en crisis
y otra muy diferente que el ser humano esté crisis por la economía. Una cosa no
implica la otra. La claustrofobia no es más que el alma atrapada en un cuerpo
que ignora el gigantesco mundo que tiene frente a sí. Habrá que luchar: contra
las noticias de los periódicos y de los noticieros, contra las cadenas que nos
oprimen tanto el cuerpo como el espíritu, contra esa sensación que te tumba
sobre el sofá y te hace sentir el ser más miserable, maléfico y desgraciado del
planeta. Porque<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: -4.65pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">“(…)
para colmo, nadie te podrá garantizar lo porvenir, porvenir que en cualquier
caso es triste: si fracasás, porque el fracaso es siempre penoso y, en el
artista, trágico; si triunfás, porque el triunfo es una especie de vulgaridad, una
suma de malentendidos, un manoseo; convirtiéndote en esa asquerosidad que se
llama un hombre público, y con derecho (¿con derecho?) Un chico, como vos mismo
eras al comienzo, te podrá escupir. Y también deberás aguantar esa injusticia,
agachar el lomo y seguir produciendo tu obra, como quien levanta una estatua en
un chiquero.”<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-right: 30.8pt; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ernesto Sábato.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 10.0pt; margin-left: 1.0cm; margin-right: 30.8pt; margin-top: 0cm; text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">12
octubre de 2010</span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-33538483253709096222012-11-13T12:44:00.001-05:002012-11-13T12:44:54.591-05:00Carta a una lectora<br />
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">“La vida nos vive y no la
vivimos nosotros.”<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Alfonso Reyes<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Dentro de un par de horas, un
poderoso huracán azotará la costa oeste de los Estados Unidos y nada puede
hacerse para detenerlo. Alimentado por ráfagas de vientos que superan los
ciento cincuenta kilómetros por hora, un huracán no entiende razones y
simplemente avanza llevándose todo lo que encuentre a su paso. Ya dijimos que
el huracán no entiende razones y por tanto, está exento de toda
responsabilidad. No es que nada se puede hacer, claro que no. Las precauciones
existen y la gente lo sabe bien, por eso, las imágenes más frecuentes de los
noticiarios (fuera, claro, de las consabidas postales apocalípticas de un mar
picado de olas, de palmeras que se tambalean de lado a lado producto del viento,
etc.) son de una multitud de personas haciendo cola en los supermercados,
comprando gigantescas estructuras de madera con las que proteger las puertas y
ventanas de sus hogares. Precauciones necesarias e imprescindibles pero que no
van a detener al huracán en su afán por llegar a tierra. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lo mismo ocurre con la vida y sus
grandes catástrofes. Hay quienes se preparan toda la vida para resistir las
“tentaciones” pero incluso, hombres santos como Moisés o Pedro o el mismo
Judas, han sucumbido a las mismas. Uno por soberbia, por atribuirse un milagro
sin nombrar la verdadera fuente (una suerte de plagio literario antiguo) ávida
y necesitada de permanente reconocimiento, otro porque, no comprendiendo a
cabalidad los alcances de la sabiduría de su maestro, se negó a dar crédito a
las afirmaciones de negación (tres veces
para ser precisos) que recaían sobre sí y el último porque, víctima del proto
capitalismo, antepuso los intereses económicos a cualquier cosa y luego, acosado
por la culpa de la traición, terminó por colgarse de una soga amarrada a un
árbol. ¿Qué podemos decir de nosotros?
He leído tu carta con atención y uno de los primeros pensamientos que se me
vino a la cabeza fue otra carta, escrita hace muchísimos años pero en medio de
una situación similar, la que le escribiera el joven escritor caleño Andrés
Caicedo a Patricia, el amor de su vida, antes de suicidarse. El amor es una
hermosa catástrofe, quizá la más hermosa que nos depara la vida y a la que, por
más que estemos preparados, siempre nos va a tomar desprotegidos y tiene que
ser así, de otro modo nos pareceríamos tanto a las computadoras que no
tendríamos que preocuparnos por nada que no esté dentro del manual de
programación. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Quiero agradecerte el hecho de que
me hablaras, de que me escribieras. Las redes sociales son un fenómeno
increíble y en mi caso, me permite tener un contacto mucho más cercano con los
lectores que, para bien o para mal, van perdiendo su anonimato. Ahora que lo
pienso, Capote fue el primero en intuirlas en uno de los cuentos de Música para
camaleones: “Hola, desconocido”. La historia es simple, una niña lanza una
botella al mar con un mensaje y un número de teléfono, alguien la encuentra y
se teje la trama. Así como tú le pides a él que lea el último capitulo de “El
olvido que seremos”, me gustaría que leyeras: “Querido y remoto muchacho” un
hermoso texto de Sábato que está en su novela Abbadón El exterminador. Dices en
tu carta que te refugias en los libros, que de niña has encontrado en ellos el
motor para mantenerte en este mundo, que son una suerte de hoja de ruta que te
ha ayudado un montón de veces y lo entiendo. La soledad no es una opción, no es
algo que se soluciona con estar acompañado por alguien porque, ¡quién no se ha
sentido solo en medio de una multitud! No estamos hablando de esa soledad
física que podría, por ejemplo, experimentar el náufrago en una isla, sino que
hablamos de una soledad metafísica, intelectual, de una soledad del espíritu.
No puedo decirte mucho, no soy quién para decir que debes hacer esto o lo otro.
Puedo ver que te debates en medio de dos extremos. El primero de ellos me
recuerda a Aristóteles quien decía que la misión del hombre en el mundo era la
búsqueda de la felicidad y el segundo me recuerda a Camus cuando decía que el
único problema filosófico serio era el suicidio. Una y otra sin
irreconciliables pero eres tú quien decide. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Gustavo Agudelo<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">29 de Octubre. 2012.</span><span style="font-family: 'Kristen ITC'; font-size: small;"><o:p></o:p></span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-28734060464325304202012-11-12T11:23:00.004-05:002012-11-12T11:23:54.821-05:00Crimen y Literatura II. Notas sueltas<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">“Aquí
nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire.”<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Carlos
Fuentes.<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La
región más transparente<o:p></o:p></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Sucesos<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">La
multitud de personas apostadas a una costado de la calle catorce con carrera
séptima daban una ligera idea de lo que estaba pasando. No era un accidente, la
ausencia de la ambulancia del cuerpo de bomberos como de los agentes de
tránsito así me lo hacían saber. Tampoco había señales de un accidente reciente
sobre la vía: nada de vidrios rotos, de pedazos de vehículo regados por doquier
y, salvo la multitud conglomerada en ese punto exacto, el tráfico fluía con
normalidad sobre la carrera séptima. Un homicidio, pensé. Lo supe por los
murmullos, porque toda esa gente que invadía calles y andenes tenía los ojos
puestos en un punto fijo, porque se miraban los unos a los otros y porque, del
otro extremo de la calle, otra multitud no despreciable de curiosos apuraba el
paso para sumarse al conjunto. Luego vi la cinta amarilla que partía en dos la
puerta metálica de la carnicería y a dos policías parados en los límites de la
misma. El destello de una luz amarilla podía divisarse bajo el resquicio de la
enorme puerta que tradicionalmente a esa hora (siete y diez de la noche) sufre
la agitación propia de las labores de limpieza después de una ardua jornada de
trabajo. Ya no había por qué especular, estaba claro que en el interior de la
carnicería algo no marchaba bien.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-¿Qué
pasó?- pregunta alguien un par de calles más abajo.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">-No sé-
dije, mirándola pero sin detenerme –parece que mataron a alguien-<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Ya en
casa, el noticiero local anuncia sobre un homicidio que nada tenía que ver con
la escena de la que había sido testigo. El cuerpo sin vida de un taxista es
encontrado dentro del vehículo en un barrio de la ciudad. Tres días antes, otro
taxista había sido ultimado a tiros en otro barrio en las afueras. El noticiero
no termina: un hombre de unos treinta y siete años perdió la vida tras ser
abordado por dos individuos quienes a bordo de una motocicleta, le propinaron
varios disparos. El mismo “modus operandi”: un vehículo, dos sujetos, una arma;
el de atrás, como en las películas, casi siempre es el que dispara mientras el
otro mantiene la motocicleta en las revoluciones necesarias para emprender la
huida. Salvo el taxista que fue encontrado dentro de su vehículo, todas las
muertes involucraron un arma de fuego. Un muerto dentro de una carnicería no
deja de ser curioso, como en “El matadero” el célebre y viejísimo cuento de
Echeverría que, pese a estar escrito hace tantos y tantos años, no deja de ser
actual. En días pasados, la policía tuvo que intervenir cuando, en un barrio
acaudalado, un ladrón fue sorprendido “in fraganti” en el interior de una casa
por los vecinos del sector que, movidos por el deseo de hacer justicia por su
cuenta y riesgo, pretendían lincharlo. Termina el noticiero.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<b><span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Reacciones<o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Lo que
más sorprende es la reacción de la gente. Los crímenes, cualquiera que estos
sean (homicidios, robos, etcétera) producen en los habitantes de la ciudad una
suerte de emergencia verbal que, acompañada de una especie de fascinación por
los acontecimientos criminales, les permite establecer temas de conversación
comunes en cualquier casa, parque o sitio público: que la acción fue a
determinada hora, en una calle del barrio tal y que fueron tantos disparos.
Como si todos en la ciudad jugaran al papel de detectives de una novela negra o
de una película de gánsteres, se va reconstruyendo la escena del crimen, van
indagando sobre los móviles y finalmente, en una catarsis unificadora, vuelcan
su atención a los noticieros locales para saber “de quién se trataba” y si es
posible “por qué le ocurrió”, casi nunca
los habitantes de la ciudad vuelcan su atención al televisor o a las calles para
condenar el acto criminal. Reiterando para que la idea no se vuelva vaga, los
crímenes vienen acompañados de una emergencia verbal y aquí, en esta ciudad,
siempre hay mucho de qué hablar. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Decir
emergencia verbal no quiere decir que los habitantes de la ciudad hablen a sus
anchas de lo ocurrido, como lo harían después de un intenso o flojo partido de
fútbol, sino que las conversaciones van repasando los sucesos (en ocasiones se
crean varias versiones de un mismo hecho)
enmarcadas en unos decibeles precisos, una suerte de murmullo
comprensible. Es como si la gente creyera que toda la ciudad se encuentra
minada de micrófonos y por eso el tono de voz debe ser apenas audible al oído
humano. Incluso en las casas, cuando se habla de un tema que involucra acontecimientos
de tipo delictivo, la voz deja de ser voz para transformarse en murmullo.
Antes, cuando algún periódico o revista publicaba algo relacionado con las
organizaciones criminales, esas mismas revistas y periódicos desaparecían
“misteriosamente” de los puestos de venta y en toda la ciudad, nadie podía
conseguir un solo ejemplar. En Italia, particularmente en la isla de Sicilia,
la famosa y temida mafia siciliana tenía un código de honor conocido como la
Omertá o Ley del Silencio (como la película de Marlon Brando) y se pagaba un
precio muy alto, si por alguna razón, algún miembro de la mafia traicionaba
dicho código. Pues bien, esa misma ley impuesta por la mafia italiana parece
haberse instalado en el imaginario de los habitantes de esta truculenta ciudad.
<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">26 y 27
de julio de 2011</span><span style="font-family: 'Kristen ITC'; font-size: 9pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-11154226726301874102012-11-12T11:21:00.000-05:002012-11-12T11:45:16.480-05:00Crimen y Literatura. Notas sueltas<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: inherit;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Hace un par de semanas leí un muy
buen libro dedicado a la vida de ese gran escritor que es Truman Capote. Hoy,
he visto la película “Capote” y he vuelto a recordar y a estremecerme con ese
tremendo libro que se llama “A sangre fría” que leí hace unos años, cuando
estaba metido en la lectura de obras sobre crímenes: leía a Ricardo Piglia
(Plata Quemada), a Ernesto Sábato (El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abbadón el
exterminador) y luego a Capote. Leería mucho después “El libro negro” del Nobel
turco Orhan Pamuk e incluso, llegué a realizar una pequeña investigación sobre
asesinos en serie (y en serio) y fue ahí cuando descubrí a Charles Manson y “La
familia”, profundicé un poco más sobre el caso de Luis Alfredo Garavito y, con todas esas
lecturas encima, me entregué desenfrenado a la escritura de lo que iba a ser
una novela en la que exploraba los diversos destinos de un grupo de amigos de
infancia y que, si no se hubieran robado
el pc que tenía en ese entonces, a lo mejor la habría terminado de escribir.</span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">¿Seguro que la habría terminado de escribir? ¡Ah, no sé, deje de estar
preguntando pendejadas que eso a usted no le importa! La recuerdo bien:
Alejandra Baldín, una de las protagonistas termina por convertirse en
prostituta, Benjamín, quien ha estado enamorado de Alejandra y cuya suerte es
su obsesión, se convierte en asesino (debería decir sicario pero esa palabra me
produce un horror terrible y me suena igualmente mal) y Pacheco, quien era el
novio de Alejandra y en cuya muerte (muere ahogado en el río) está involucrado
Benjamín, en fin. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Menciono todo esto para intentar
responderme una pregunta ¿por qué me interesa tanto el tema del crimen y la
literatura? No lo sé con exactitud; a lo mejor, porque uno de mis primeros
recuerdos de infancia es el de un crimen. De una u otra manera, siempre he
intentado buscarle algún tipo de explicación a lo que pasa en esta ciudad en la
que vivo: sitiada por el crimen, va abriéndose paso de una manera
extraordinaria, a pesar de sí misma, de la década del noventa, del extraño
comportamiento de sus habitantes y esa posición ambivalente ante el crimen.
Cuando se vive en una ciudad así (cuando se vive en un país así) autores como
Dostoievski, Piglia, Sábato, Pamuk o Capote, terminan por convertirse en una
brújula, en algo que ilumina mucho más que las mortecinas luces naranjas de las
lámparas del alumbrado público atestadas de mosquitos.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Mayo 28 y 29 de 2011.</span><span style="font-family: 'Kristen ITC'; font-size: 9pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-2407822741202560096.post-79643087975736403862012-11-11T20:41:00.000-05:002012-11-12T00:34:09.610-05:00Flashback. Biografía automática <span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span>
<br />
<div align="center" class="MsoNormal" style="text-align: center;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Me llamo Gustavo Adolfo y
tengo que confesar que la primera vez
que escuché, de boca de mi madre, el relato sobre el origen de mi nombre, me
llevé una gran impresión. Gustavo era el nombre de un tío que murió en un desafortunado
accidente con una máquina de cortar caña que, al sufrir un desperfecto, lo
envió de golpe contra una pared cuando solo contaba con dieciséis o diecisiete
años de edad. Nunca llegué a conocer a mi tío pero no me hizo gracia saber que
llevaba el nombre de un muerto a cuestas. Al parecer, la idea fue de mi abuela
Cecilia, propietaria de un viejo caserón colonial de paredes de cal, puertas de
madera y un largo pasillo de baldosas blancas y amarillas, quien no encontró
mejor manera de perpetuar el nombre de su hijo desaparecido que llamando de la
misma manera al primer nieto barón que llegaba a la familia. Salvo la exigencia
de que también debería llamarme Adolfo, nombre que había elegido cuando aún
estaba en su vientre, mamá tampoco opuso demasiada resistencia a los deseos
nominales de mi abuela.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Ahí, en ese inmenso caserón
sobre la calle quince, aprendí lo poco y nada que sé sobre el oficio de narrar
y tuve la oportunidad de vivir mis primeras experiencias periodísticas. Dormía
con mamá en la misma habitación en la que habían velado a mi padre y por eso,
trataba de imaginar centenares de historias que me ayudaran a conciliar el
sueño o al menos, evitaran que abriera los ojos. La situación se tornó un poco
más compleja después de la muerte de mi abuelo. Si el terror a encontrarme con
un ataúd en medio de la habitación donde dormía me obligaba a apretar con
fuerza los párpados, la idea de encontrarme con otro ataúd al final del pasillo
que llevaba a la cocina por un lado, como al dormitorio de mi abuelo por el
otro, me hacía incapaz de abandonar la habitación para ir hasta el baño. En las
mañanas y en las tardes, cuando la oscuridad de la noche había quedado atrás, constataba,
como un auténtico periodista, si ciertos objetos (saleros, libros, velas) que
deliberadamente esparcía por todo la casa, continuaban en el mismo lugar que
los había dejado. Cuando uno o más objetos no aparecían o resultaban en un
lugar distinto al original, interrogaba a todos los habitantes de la casa para
saber si alguien los había tomado prestados o simplemente puesto en otro lugar,
muchas veces, las respuestas no eran satisfactorias. Lo que más recuerdo de mis
días en esa casa, era la costumbre que tenía mi abuelo de dejar caer las
monedas de los bolsillos de sus pantalones cuando se estaba desvistiendo. Y lo
recuerdo, precisamente porque, muerto el abuelo, el ruido de las monedas
rodando sobra la baldosa de su habitación siguieron escuchándose después de las
seis de la tarde.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;">Luego fui creciendo. Lejos
de esa casa que se fue viniendo a menos con el paso del tiempo y la llegada de
otros propietarios, me dediqué a escribir historias sobre lo que pasaba en el
colegio (grescas, los enormes perros que se le pasaban comiendo moscas a un
lado de la cafetería escolar o las maniobras que hacía don José, el conductor
del largo bus amarillo para no atrancarse en el barro con una treintena de
estudiantes y profesores en el interior) y las leía en vivo en la emisora
escolar o en clase ante el beneplácito de mis compañeros que veían cómo con
cada lectura de mis textos, el tiempo de la clase iba haciéndose más corto. Por
ese entonces, con algo de dinero adquirido por algunos trabajos escolares que
hacía por encargo, juntándolo con paciencia hasta tener suficiente y en
ocasiones ahorrando algo del dinero que me daba mamá para mis descansos,
caminaba hasta el centro y me introducía en el extinto Cinema El Virrey sobre
la carrera cuarta, ya no para contar historias sino para que me las contaran.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: inherit; font-size: large; line-height: 115%;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">Quizá porque la oscuridad
del cinema me transportaba hasta la casa de mis abuelos o quizá, porque iba tan
poca gente al cine que imaginaba que la película era proyectada exclusivamente
para mí, me sentía muy cómodo como espectador de una historia que aparecía en
lo que antes era un telón blanco. De ahí me viene la motivación para escribir
esta historia, como un homenaje a los desaparecidos cinemas de mi ciudad pero
también como un homenaje al paisaje de mi infancia y adolescencia que lejos,
muy lejos está de ser el mismo; en últimas, un merecido homenaje a una parte de la historia de esta
ciudad que está a punto de ser tragada por las fauces de ese monstruo
silencioso que es el olvido.</span><span style="font-family: Arial, sans-serif; font-size: small;"><o:p></o:p></span></span><br />
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;"><br /></span></span>
<span style="line-height: 115%;"><span style="font-family: inherit; font-size: large;">25 de Abril. 2011</span></span></div>
Gustavo Agudelohttp://www.blogger.com/profile/12288964614042511649noreply@blogger.com1Cartago, Valle del Cauca, Colombia4.7 -75.91666674.573398 -76.07459519999999 4.826602 -75.7587382